Regalos chinos
Durante mucho tiempo los “países del Sur” se han quejado de los requisitos que los “países del Norte” -directamente, o a través de organizaciones y agencias multilaterales- les imponen para acceder a la ayuda al desarrollo. Según la lógica del “Sur”, estas condicionalidades constituyen una indebida injerencia en sus asuntos internos. Los más audaces las denuncian incluso como vulneración de su soberanía. Y los más doctrinarios ven en ellas la prueba de un programa “imperialista” y “neocolonialista” que es preciso resistir. Ese reclamo quedó plasmado en el Documento Final de la XI Cumbre de los Países No Alineados (Cartagena de Indias, 1995) con las siguientes palabras: “El Movimiento, si bien se suscribe a los valores de protección ambiental, normas laborales, propiedad intelectual, sólida gestión macroeconómica y fomento y protección de los derechos humanos, rechaza todo intento por utilizar estos temas como condicionalidades y pretextos para restringir el acceso al mercado o los flujos de ayuda y tecnología para los países en desarrollo”. Es decir: sí pero no, y del mismo modo, pero en sentido contrario.
Por eso el “Sur global” ha recibido complacido la irrupción de China en la oferta global de ayuda al desarrollo y crédito internacional. A diferencia de las odiosas instituciones financieras “occidentales” -el Banco Mundial, el FMI o sus equivalentes regionales-, los chinos son generosamente incondicionales, y no imponen ningún monitoreo, control, priorización o fiscalización: una vez hecho el desembolso, la suerte que corran los fondos es cuestión exclusiva de los beneficiarios.
Un informe publicado recientemente (“Aid on Demand: African Leaders and the Geography of China’s Foreign Assistance”) pone en evidencia que por esa vía los gobernantes africanos privilegian sus regiones y comunidades étnicas de origen, reforzando asimetrías e inequidades en el desarrollo de sus países, así como prácticas clientelistas y poco transparentes. Beijing se lava las manos y argumenta que en materia de ayuda exterior se ciñe a los principios de incondicionalidad, no interferencia, y respeto a la autonomía de los países para elegir su modelo de desarrollo. Pero la verdad es que los regalos chinos, tan respetuosos de la soberanía, desestimulan el buen gobierno, la rendición de cuentas, el desarrollo sostenible, el respeto a los derechos humanos, entre otros. A cambio de su apoyo político, los gobiernos de turno reciben carta blanca para hacer a voluntad con esos recursos. Y muchos acaban destinados a la propaganda monumental y el mecenazgo selectivo antes que al mejoramiento efectivo de la calidad de vida de la población más necesitada.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales