ANDRÉS MOLANO ROJAS* | El Nuevo Siglo
Lunes, 11 de Agosto de 2014

Porque no bogas

 

Hay  un precio que pagar por ser una superpotencia, y sobre todo, por seguir siendo -a pesar de la crisis económica, del ascenso de los “emergentes”, y de los oráculos de su declive- la única gran potencia verdaderamente global, la única con capacidad efectiva para desplegar su poderío (virtualmente) en cualquier rincón de la Tierra; incluso aunque en el momento actual de fusión y transformación que atraviesa el sistema internacional, ello no se traduzca en la capacidad de imponer por sí sola las reglas de juego, ni de definir unilateralmente las dinámicas que rigen la política internacional, ni de encauzar a voluntad los acontecimientos y las oportunidades.  Dicho precio resulta tanto más elevado si se trata de una potencia que como Estados Unidos, se proclama “liberal”, y tanto en el discurso como en la acción -contradicciones e ingenuidades aparte- suscribe y practica el credo del liberalismo.

El hecho es que la acción internacional de Estados Unidos nunca deja a nadie satisfecho (ni siquiera a los propios estadounidenses). Por un lado, se espera de Washington que actúe como “policía del mundo”: ¿por qué no hace nada en relación con Siria salvo trazar imaginarias líneas rojas que nadie toma en serio? ¿Por qué no reacciona con firmeza ante la anexión de Crimea por parte de Rusia?  Ni qué decir tiene de los reproches que recibe por su apoyo a Israel, incluso cuando toma distancia y cuestiona las decisiones y los hechos de Tel Aviv. Y no falta quien, como Hillary Clinton desde las propias filas demócratas, cuestiona la “cautela” de Obama: “Great nations need organizing principles, and ‘Don’t do stupid stuff’ is not an organizing principle”.

Por el otro, cada intervención estadounidense en la ruleta en que se ha convertido la política internacional es inmediatamente denunciada por hipócrita -apelando al socorrido tópico “doble moral”-, por selectiva -¿por qué bombardear Iraq para proteger a cristianos y yazidis, mientras en Damasco Bashar al Assad sigue atornillado al poder?-. Por contraproducente -¿no estaba mejor Libia con Gadafi, antes de hacer implosión y descender al caos del tribalismo?-. Y y por imperialista -lo que quiera que eso signifique-. 

Este será uno de los fardos que en el siglo XXI llevarán a cuestas las grandes potencias -y en particular, los EE.UU.-, pero también las emergentes. El de recibir palo porque bogan y palo porque no bogan.  Aunque todos sepan que no por mucho bogar cambia el río su curso, ni por dejar de hacerlo se queda quieto. 

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales