ANDRÉS MOLANO ROJAS* | El Nuevo Siglo
Lunes, 26 de Mayo de 2014

TONO DE SUPERIORIDAD

Burbuja geopolítica

Afirman  que el general De Gaulle dijo una vez -pero no hay prueba de ello-que “Brasil es el país del futuro, y siempre lo será”. Aunque a muchos les parezca odiosa, impregnada como está de cierto tono de superioridad eurocéntrica, de desdén metropolitano, de condescendencia con la periferia, tal frase resume a la perfección la encrucijada en la cual se encuentra Brasil y de la cual parece no ser capaz de sacarlo el actual gobierno de Dilma Rousseff.

Es indudable que Brasil tiene “vocación imperial”. No sólo por su origen histórico -una independencia obtenida como consecuencia de una especie de traslatio imperii-, sino por la dimensión de su territorio, por sus recursos (naturales y humanos) sobreabundantes. Pero un imperio no es solamente vocación, también encarnación y realización: encarnación de una idea (Austriae est imperare orbi universo, la “ciudad sobre una colina” de John Winthrop, la “tercera y última Roma” del monje Filoteo); y realización de una voluntad dispuesta a usar la razón y la fuerza para asumir el poder y las cargas de semejante destino. Eso, hasta ahora, le ha faltado a Brasil.  Más allá de la vocación, no ha encontrado aún una idea que pueda darle un sentido trascendente a su acción en el mundo y en la historia. Y aparentemente, sumido en la abulia, acorralado por la angustia de ser relegado y la timorata precaución de molestar a otros; tan incapaz de mantenerse al margen como de ser protagonista. (Tal vez con razón procede Brasil de ese modo: cuando intenta ser algo más que un convidado de piedra las cosas le salen al revés, como cuando intentó con Turquía resolver por su cuenta -prescindiendo del Consejo de Seguridad- el problema del programa nuclear iraní).

Como sea, ahí está Brasil.  En los Brics, con Rusia y China; pero sin ellos en IBSA.  Aspirando a un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, pero absteniéndose en cada votación crucial cuando le toca ocupar uno temporalmente.  Inventando Unasur y dejando luego que Chávez se lleve -en el imaginario popular- todos los méritos.  La 7ª economía más grande del mundo y, sin embargo, uno de los mercados más cerrados y proteccionistas de América Latina.  Anfitrión del Mundial de Fútbol con estadios a medio hacer y preparando los Juegos Olímpicos más improvisados de la historia.  Una burbuja geopolítica.  El país del eterno futuro, quizá con el sino de Tántalo. Un subcontinente que, además, digan lo que digan, tampoco es propiamente América Latina.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales