¿Y LA CLAÚSULA DEMOCRÁTICA?
Soroche post-cumbre
Buen está… que Cuba regrese al diálogo interamericano, y que EE.UU. haya revisado su política dogmática, anacrónica y contraproducente con el régimen cubano. Que Raúl Castro tenga generosas palabras para Barack Obama y lo exculpe de la suerte de su isla. Que Barack Obama declare, no sin solemnidad, que los días de la doctrina Monroe y del corolario de Roosevelt son cosa del pasado. Que en una jugada intrépida el Departamento de Estado haya enviado a Thomas Shannon a Caracas, justo la víspera de la VII Cumbre de las Américas, para reducir la tensión con Venezuela, circunscribirla al plano bilateral, evitar que la cita hemisférica fuera capturada por el episodio de las sanciones impuestas a 7 funcionarios venezolanos, y de paso ahorrarle a Maduro el trasteo de las cajas con los 10 millones de firmas recaudadas en contra del intervencionismo yanqui en América Latina. Que Obama le haya contestado a Correa, reivindicando la libertad de prensa -que, buena o mala, siempre es preferible a la censura mejor intencionada-. Que Dilma Rousseff haya pedido la liberación de los presos políticos en Venezuela. Que Evo Morales se dedique al fútbol y a reclamar en Panamá lo que habrá de resolverse en La Haya. Que Daniel Ortega, a falta de mejor causa, se empecine en apoyar a la independencia que prácticamente nadie apoya en Puerto Rico. Y que así las cosas, haya quedado en sordina -aunque sea sólo por un rato- la retórica anti-imperialista, anti-estadounidense, incendiaria y paranoica de los más vociferantes líderes del Socialismo del siglo XXI, cada vez más solos, cada vez más abandonados, incluso por sus colegas presuntamente afines.
Pero mal está…
Que la cláusula democrática aprobada en la Cumbre de Quebec en 2001 quede en letra muerta. Que nadie diga nada frente a la provocación, incluso violenta, que protagonizaron agentes al servicio del régimen castrista en los espacios de la sociedad civil paralelos a la Cumbre. Que tras luchar tan arduamente por lograr la democracia, los latinoamericanos den la impresión de haber abandonado su apuesta por los gobiernos limitados y responsables, la judicatura independiente, la defensa de los derechos y libertades individuales, y el ejercicio pleno y universal de la ciudadanía (política, económica y social). Que mientras se erosiona el sistema interamericano de derechos humanos -con todos sus defectos y carencias- gane terreno la propuesta de una corte penal hecha a la medida de Unasur. Y sobre todo, que tras el ascenso a la Cumbre no quede sino el soroche y la tentación de aclimatarse.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales