¿Quién seguirá?
Hoy día el consumo de marihuana está permitido o tolerado legalmente en los Países Bajos, Portugal, Corea del Norte (¿quién lo creyera?), y en algunos Estados de EE.UU. Pero todo apunta a que Uruguay se convertirá en pionero de la legalización del cultivo y de la comercialización de cannabis, ante la inminente ratificación en el Senado de ese país del proyecto de ley aprobado hace poco por la Cámara de Diputados, en virtud del cual el Estado asumiría (mediante una agencia reguladora) “el control y la regulación de las actividades de importación, producción -incluyendo el auto-cultivo individual o asociado-, adquisición a cualquier título, almacenamiento, comercialización y distribución de la marihuana o sus derivados”. Se trata de un giro polémico en el tratamiento del tema de las drogas que ha suscitado gran controversia. Días atrás, por ejemplo, Brasil expresó su preocupación por los posibles efectos de la medida, y México criticó expresamente el carácter unilateral de la iniciativa.
Mientras tanto, en otra zona del globo, Marruecos parece estar explorando el mismo camino. Esto resulta doblemente relevante: por tratarse de un gran productor (40 mil toneladas anuales), y por ser un país musulmán. (El mundo islámico suele asumir las posiciones más recalcitrantes en los foros multilaterales donde se discute el problema de la droga). Pasará todavía algún tiempo antes de que Marruecos dé el paso definitivo, y aún más, antes de que el modelo uruguayo -evaluados sus aciertos y desaciertos- se extienda eventualmente. Pero lo cierto es que el régimen internacional sobre drogas se irá transformando paulatinamente. Tal como existe se funda en un puro prejuicio cultural e incluso racial. Por otra parte, el prohibicionismo no siempre supuso un enfoque “securitizado” ni mucho menos “militarizado” del problema de las drogas (que por otra parte, nadie sabe exactamente en qué consiste). Este es más bien reciente, y poco tiene que ver, en lo sustancial, con las drogas propiamente dichas. Los patrones de producción están cambiando, tanto en lo que respecta a su localización como a su estructura económica y a la sofisticación de los productos (con una creciente importancia de las variedades mejoradas y las drogas sintéticas en el mercado). Pero también los patrones de consumo: la distinción entre países productores y consumidores es cada vez más borrosa (y por lo tanto inocua), y hay un aumento en el consumo de “drogas lícitas” a escala global. Es una cuestión de tiempo. Mientras tanto, la guerra contra las drogas seguirá drenando recursos en vano.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales