El visitante
No cabe duda de que el ganador en el “episodio Santos-Maduro-Capriles” es precisamente este último. En efecto, sobre la marcha de su gira internacional para denunciar las irregularidades ocurridas en los últimos comicios -y la renuencia de las autoridades a investigarlas, y a proceder con el recuento de votos del que incluso Unasur se hizo eco en su momento-, su entrevista con Santos le genera importantes réditos a muy bajos costos políticos. Por un lado erosionó el “monopolio” de la interlocución internacional al más alto nivel que ostentaba Maduro (Santos habrá sido el primero, pero seguramente no el último mandatario que lo reciba, así sea con carácter privado). Por el otro, demostró que no es en absoluto “la nada” con la que Chávez jamás quiso debatir, sino el líder de la oposición (es decir, del 50% o más de los venezolanos), reconocido como tal internacionalmente y cuyos actos son capaces de provocar conmoción en la cúpula del chavismo, que sin otro recurso no puede hacer más que intentar criminalizarlo (lo cual paradójicamente blinda a Capriles y refuerza su legitimidad).
También Santos cosechó lo suyo con esta visita, a pesar de que Maduro se declare traicionado (y con razón), y de que Londoño Hoyos anticipe la debacle. Le dejó en claro a Miraflores que la política exterior colombiana -y en particular, la relación bilateral- no es rehén del acompañamiento venezolano a la negociación con las Farc. Acalló las críticas de varios sectores colombianos (uribismo incluido) que le reprochan contemporizar demasiado con Caracas. Además, al haber sido el primero en recibir a Capriles, sienta un precedente nada desdeñable, ya sea de liderazgo o de simple protagonismo (lo que quiera que sea que busque en el contexto regional). Y evitando caer en la lógica de acción-reacción-provocación a la que su predecesor era tan proclive, condena a Maduro al soliloquio, al exabrupto increíble y gratuito, y a la postre, al silencio - hasta una próxima oportunidad.
Por lo anterior y por más, el gran perdedor es Maduro. Cabello le impuso la agenda al definir y forzar los términos de su reacción. No tiene mucho margen de maniobra, aunque amenace con retirarse de La Habana: entre otras cosas, Cuba se encargará de retenerlo en la mesa; y las Farc no van a unir su (buena) suerte a la suya tan triste. Y por mucho que trate de desviar la atención, todos los días se enfrenta con la realidad de un país en crisis y al borde de lo ingobernable.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales