ANDRÉS MOLANO ROJAS* | El Nuevo Siglo
Domingo, 24 de Febrero de 2013

La silla vacía
Cada día que pasa, la posibilidad de que el Presidente venezolano se vea forzado a apurar su salida de la escena política parece más inminente e inevitable, aunque la retórica oficial insista en edulcorar la información y en que Chávez -terminal como está- sigue al mando del Gobierno y transmitiendo toda su sabiduría “por distintas vías de entendimiento” a los miembros de su partido, a quienes recientemente encomendó “incrementar todas las acciones económicas para enfrentar la guerra que la burguesía tiene contra nuestro pueblo”.
Impedido para hablar, y con el mérito de haber dado un significado nuevo a la expresión “gobierno en la sombra”, el comandante-presidente (¿por qué nunca dicen presidente-comandante?) no tiene otra alternativa que expresarse por interpuesta persona, a través de Nicolás Maduro, a quien él mismo consagró como eventual sucesor y quien oficia ahora como médium del régimen y dummy del caudillo al mismo tiempo.
Y, sin embargo, no obstante sus artes y a pesar de su entrañable conexión con Chávez, Maduro no sabe con exactitud qué ocurrirá cuando la silla del poder quede vacía en Venezuela y le toque a él tomar el relevo. Ganar las elecciones tal vez será fácil. Pero gobernar ya no tanto, ni siquiera invocando el recuerdo del líder o atribuyéndole una aquiescencia imposible de comprobar, cuando el modelo bolivariano del socialismo del siglo XXI pase la cuenta de cobro y empiece a derrumbarse, con la misma rapidez con que se desplomó la salud del comandante pero sin las ventajas del secretismo y el encubrimiento.
Ocupado en mantener la casa en orden y asegurarse el monopolio de la ortodoxia mientras las circunstancias lo obligan a tomar decisiones palmariamente opuestas a la doctrina -que habrá que justificar como excepcionales y transitorias, pero imprescindibles para repeler la agresión, el ataque, la guerra de la burguesía y el Imperio que desde ya viene presagiando-, Maduro no tendrá mucho tiempo para ocupar esa otra silla que también dejará vacía Chávez cuando parta: la del liderazgo que aparentemente ha ejercido en la izquierda latinoamericana.
¿Quién lo hará entonces? Candidatos sobran. Incluso algunos ya peregrinaron a La Habana o a Caracas, en pos de la unción. Pero todos carecen de su carisma, su talento histriónico, su músculo petrolero, su peculiar sentido de la historia y su obstinación, o enfrentan en sus propios países apremiantes desafíos económicos y de gobernabilidad. Así que quizás esa silla quede vacía.
¡Vaya paradoja! Eso sería lo mejor que podría pasarle a la izquierda en América Latina.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales