AMYLKAR D. ACOSTA M. | El Nuevo Siglo
Miércoles, 26 de Junio de 2013

La recesión industrial

 

La economía colombiana sigue en barrena y la industria nada que levanta la cabeza. El DANE acaba de revelar las cifras correspondientes al primer trimestre de este año, que son ciertamente desalentadoras. El crecimiento del PIB sigue bajando las escalas, de un 5.4% en el primer trimestre de 2012 se pasó a un magro crecimiento del 2.8%  del PIB en el primer trimestre de 2013. Y ello después de una baja ostensible del 5% en el segundo trimestre de 2012 al 2.7% en el tercer trimestre y de un ligero repunte del 3.1% en el último trimestre del año anterior.

Es decir, que la economía sigue sin tocar fondo, amén de que el crecimiento del PIB en los últimos tres trimestres ha estado muy por debajo del potencial de la economía que oscila entre 4.5% y 5%. Una vez más, lo más preocupante de este último reporte es la caída del -4.1% de la industria, que completa tres trimestres en línea de variaciones anuales en terreno negativo. ¡Esto es como para encender todas las alarmas!

En el momento de anunciarse el paquete de medidas conocido como el PIPE, el presidente Santos fue reiterativo en que “no hay ningún tipo de crisis ni de emergencia” e insistió en que “son indicadores positivos” los que caracterizan su desempeño.  De allí la parquedad de las medidas tomadas al socaire del PIPE y su limitado alcance. Comparto con el exministro Carlos Caballero que “sin duda, se necesita un plan de choque. Pero no exclusivamente para impulsar la economía, sino para transformarla”.

Según el FEM, “Colombia hace parte del grupo de países que debe capitalizar su amplia disponibilidad de recursos energéticos para que, de manera sostenible, pueda maximizar los retornos de la industria y apoyar una mayor diversificación de la economía”. De allí, que como lo señalara la secretaria ejecutiva de la Cepal Alicia Bárcena, “nuestro desafío está en construir una nueva gobernanza de los recursos naturales que pueda financiar un cambio estructural productivo, ampliar la diversificación económica y la capacidad de innovación…”.

Y el camino no es otro que el de detener el proceso de desindustrialización y potenciar la actividad fabril con el apoyo eficaz y efectivo del Estado, utilizando para ello los cuantiosos pero temporales ingresos que ha venido generando la actividad extractiva.

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