Una historia de éxito
Cada quien habla de la fiesta según como le va en ella; mientras de este lado sólo hubo lamentos de parte de los sectores productivos afectados por el TLC con los EE.UU., la contraparte no cabe de la dicha y no disimula su complacencia por los resultados positivos para ellos. Max Naucus, presidente del Comité de Finanzas del Senado de EE.UU., considera que esta es “una historia de éxito” ¡para ellos, claro! Y no es para menos, ya que según el Departamento de Comercio de EE.UU. “al celebrar un año de la ampliación del comercio entre EE.UU. y Colombia, las empresas, agricultores, ganaderos y trabajadores norteamericanos ya están teniendo tremendos beneficios gracias a la baja de aranceles logrados con el TLC”. Según sus propios registros, entre mayo del 2012 y mayo del 2013 las exportaciones de bienes norteamericanos a Colombia tuvieron “un crecimiento del 20% respecto del mismo período del año anterior”.
Tal vez el sector que ha llevado la peor parte, como era de prever, es el agropecuario, dada la avalancha importadora. Si nos atenemos a las cifras del Departamento de Agricultura de EE.UU., en el período comprendido entre junio de 2011 y marzo de 2012, cuando el TLC no estaba todavía vigente, las importaciones agrícolas aumentaron el 70%. Para concluir que “el potencial del comercio entre EE.UU. y Colombia es emocionante… El futuro de nuestra relación económica, construido sobre el TLC, es brillante” para ellos, lógicamente. De poco o nada ha servido para contrarrestar los subsidios y ayudas que reciben tales importaciones el programa de Agro Ingreso Seguro, hijo bastardo del TLC.
Y para rematar, recientemente la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU., la FDA, anunció dos nuevas regulaciones que entraron en vigencia en lo relativo a la aplicación de la Ley de Modernización de la Inocuidad de Alimentos, la cual condiciona las importaciones a los EE.UU. A través de la misma se imponen unos estándares de inocuidad supremamente exigentes a los productos agrícolas que ingresan a su territorio y extrema los controles preventivos para los alimentos de consumo humano. Es bien sabido que estas restricciones sanitarias y fitosanitarias al comercio se convierten en la práctica en trabas para-arancelarias que obstruyen el libre acceso a sus mercados. Esta es la otra pata que le nace al cojo.