La revaluación persiste
Uno de los mayores males que agobian a la economía nacional es la llamada enfermedad holandesa, que no es otra cosa que la pérdida de competitividad de la producción nacional por cuenta de la revaluación del peso frente al dólar. En su última reunión la Junta Directiva del Banco de la República percibió la incontenible apreciación del peso con respecto al dólar, que prosigue después de una revaluación del 9% el año anterior, al perder $ 175.
Según el B de la R la tasa de cambio cerró el año anterior “en un 8% por debajo de la de equilibrio”, dicho de otra manera el dólar debería estar entre $ 1.900 y $ 2.000. Desde 1998 la tasa de cambio no había cerrado el año por debajo de $ 1.800 (¡!).
Para tratar de contrarrestarla dispuso aumentar en un 50% sus compras diarias de divisa americana, de tal manera que entre enero y mayo de este año comprará diariamente no menos de US$ 30 millones hasta acumular al menos US$ 3.000 millones adicionales en sus reservas internacionales. Pero, si todos los de la Junta del B de la R piensan como el codirector Juan José Echavarría, que “en todos los países exitosos se revalúa la moneda”, estamos perdidos al concluir que nos tenemos que resignar frente a los estragos de la revaluación, pues este es el precio que tenemos que pagar como país por ser “exitosos”.
El exministro de Hacienda José Antonio Ocampo ha sido reiterativo en la necesidad de apelar a otras medidas complementarias más radicales tendientes a revertir la tendencia revaluacionista del peso colombiano, al considerar que la tímida intervención del mercado cambiario por parte del B de la R es apenas “un pañito de agua tibia”. Ocampo ha hecho propuestas tan audaces como la de aplicar al sector minero una “retención” parecida a la que en su momento se aplicó en los años 70 para manejar la bonanza cafetera, que han sido desoídas por las autoridades económicas.
Tampoco se le ha querido poner freno al excesivo endeudamiento externo, que también presiona la tasa de cambio. El Gobierno se empecina en no ponerle cortapisas a la entrada de capitales especulativos y más bien la incentivó en la reforma tributaria recientemente aprobada, al reducir la tasa impositiva para la inversión en renta fija.
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