Debo reconocer que así como los fantasmas, el de Álvaro siempre está.
Por estas épocas, entre lluvias y cucarrones, aparecen de cuando en vez estudiantes de las diferentes facultades de comunicación de Bogotá gracias a que algún profesor colega les envía una tarea consistente en una pregunta: ¿Qué representó Álvaro Gómez Hurtado para la democracia colombiana?
Al ser estudiantes de comunicación, les sugiero que antes de venir investiguen: El qué, el cómo, el cuándo, el dónde, el por qué junto con las circunstancias de lo que llaman los forenses de modo, tiempo, lugar sobre el asesinato de AGH.
Además, de: el proceso 8.000, cómo se desenvolvió el gobierno del elefante elegido con dineros del narcotráfico del cartel de Cali; cómo tiempos después se vino a saber que el mismo cartel financió no financió campañas al Congreso. ¡Ah! Congreso para amoral y el que absolvió al elefante.
Acto seguido de la entrevista, suelo pasar el monumento del caballo ubicado en la carrera 11 con calle 66 para sentarme en el parque, solo y en silencio: “ser abatido por ráfagas de ametralladora, como parecía ser mi suerte, no debía considerarse como un infortunio singular. En las actuales circunstancias del país y del mundo, una muerte así podría no ser un sacrificio inútil, sino la creación de un símbolo que convocara un movimiento de restauración”.
21 años después me pregunto si su vil asesinato fue inútil. O, como escribiría Antonio Caballero en la Revista Semana, si fue un buen muerto.
He llegado a la dolorosa conclusión, por ahora, que, evidentemente, lo fue. Veamos.
Fue inútil porque el mismo régimen que gobernó durante la era de Samper, con su elefante incluido, nos gobierna en la actualidad bajo JMS. ¡Ah! Gobiernos amorales. Ese régimen logró mantener su caso impune. Nadie investigado. Nadie preguntado. Nadie sabe nada. El principal sospechoso asesinado a plena luz del día. La ley del silencio.
Fue inútil porque el mismo Álvaro escribió un editorial donde comentaba la diferencia entre el Estado y el Gobierno: “La mayoría de nuestros ciudadanos se preocupa por el Gobierno, más no por el Estado. El país no quiere pensar en el Estado. En el devenir del Estado. Consideramos al Estado como algo que está ahí, puesto. El Gobierno, a su vez, quiere imponerle todas las cargas al Estado con el fin de salvaguardar los derechos adquiridos de los ciudadanos a sabiendas que son inviables en el largo plazo” (Marzo 16, 1978, El Siglo).
Nada más parecido a la situación actual con respecto al desgobierno amoral de JMS donde el ministro de Hacienda Cárdenas desea imponer las cargas impositivas a los individuos con tal de sostener el desbordado gasto central del Estado.
21 años después, cuando cerraba este doloroso in memoriam a la impunidad sobre el caso de AGH, me llegó por vía twitter una imagen que me dejó absorto. Aparecen en ella: Santos, Samper, Gaviria, Montealegre, Cristo, Petro, Cepeda, Piedad con su turbante ¿qué tendrá Piedad bajo ese turbante? Serpa, Roy…Faltó dasman.
Cambian los personajes, el régimen sigue siendo el mismo.
“Lo que hay que tumbar es al régimen. A Samper nadie lo quiere tumbar. Lo que hay que tumbar es al régimen”. A la semana siguiente, lo asesinaron con una ráfaga de ametralladora al frente de su Universidad Sergio Arboleda. Premonitoria su reflexión. ! Ah! Sacrificio tan inútil.
Puntilla: ¿Será que Germán Vargas se está dando cuenta del despelote que le está dejando huanpa?