Álvaro Gómez, planeación y ambiente | El Nuevo Siglo
Martes, 3 de Noviembre de 2020

El legado de Álvaro Gómez Hurtado no puede ser nublado por las noticias de los constantes ires y venires del caso de su magnicidio, que cumple ya un cuarto de siglo. Fue esta la principal conclusión de la pasada conferencia que impartieron su hijo y sus sobrinos a la audiencia virtual que convocara el Partido Conservador Colombiano.

El día y la noche no le eran suficientes para aportar una idea más que contribuyera al desarrollo del país. Fue una mente estadista sin descanso. La página en blanco del próximo editorial estaría siempre abierta a insistir en su posición más reciente. Un detalle o una conversación adicional podía nutrir más el debate. Tan importante podía ser la tesis que había que transmitirla de manera pedagógica. Parecía que sus manos y ojos casi no le bastaban para inculcar su fervor y convencimiento.

Así fue su argumento de la planeación y el cuidado del medio ambiente, que incluyó dentro de los varios puntos del Acuerdo sobre lo Fundamental. Un editorial en El Siglo, titulado “La noble preocupación conservadora” de septiembre 6 de 1978, decía: “Así como la planeación social es una de las señales características de un Estado moderno, por lo que ella implica de dominio sobre el futuro, la preocupación ecológica también forma parte, en sentido estricto, de la planeación, y por consiguiente caracteriza la modernidad del Estado. La sociedad debe velar por sus formas futuras de existencia, por su preservación, y esta obligación hace referencia tanto a los aspectos intangibles de la economía como a los físicos del ambiente”.

Contraponía entonces esta preocupación no como un activo a veces sólo atribuido a la izquierda, sino de todos, como elemento de iniciativa del conservatismo y de los partidos de centro. Y como quien viviera cuarenta años después, decía: “Los requisitos del Estado occidental, en los cuales las minorías se ven protegidas en sus derechos y en el que la igualdad de oportunidades es un dogma imbatible, exigen que el Estado vele por algo más que el simple bienestar económico. Así la ecología se ha convertido en una extensión, una ampliación de las obligaciones democráticas del Estado. Y en ella van involucrados los cánones de la estética pública. El ecologismo no es únicamente la preservación de lo poco que existe, si no la construcción de un mundo mejor que gire en torno a los valores del espíritu”.

Hoy, cuando la gran preocupación se debate en la reactivación, vale la pena retomar la importancia que Álvaro Gómez le da a una política económica capaz de diseñar y seleccionar prioridades, incluso simultáneas, que se salga de su tendencia a ser “todera”, a diluirse en el “toderismo” (mayo 28 de 1978), sin necesidad de refugiarse en la falta de recursos o peor en contribuir a su despilfarro.

A Álvaro Gómez, le resultaba redundante hablar de medio ambiente porque lo atribuía a la cultura misma. Este no podía tampoco sustraerse de la planeación: “el cuidado del ambiente es un acto cultural, constructivo, destinado a la exaltación espiritual”. Decía, se trata de mejorar el ambiente espiritual en el cual se vive.

*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI

Uribemariaelisa@gmial.com