Alfonso Orduz Duarte | El Nuevo Siglo
Sábado, 28 de Febrero de 2015

Autoridad papal

                     

A raíz de la imposición del birrete cardenalicio a veinte y tantos nuevos cardenales de la Iglesia Católica, he escarbado en mi memoria sobre algunos papas que han marcado hitos en la historia. El primero que se me viene a la mente es Alejandro VI, el Papa Borgia, que gobernaba a la Iglesia precisamente cuando sucedió el descubrimiento de América. Fueron tales sus desvaríos, que generó en el siglo XVI, cambios importantísimos. Uno de ellos fue el movimiento de Lutero que se erigió como un gran crítico de las cosas que estaban sucediendo; sus puntos de vista y quejas dieron origen al protestantismo actual. Sufrió la excomunión, fue declarado apóstata, pero sus tesis están vigentes. La Compañía de Jesús, creada y fundada por San Ignacio de Loyola a mediados del siglo XVI, sigue hoy tan campante como hace casi 500 años, hoy uno de sus miembros, educado conforme a las severas normas de Ignacio, rige los destinos del catolicismo en el mundo.

León XIII a principios del siglo veinte conmovió y puso a pensar a tirios y troyanos con su encíclica Rerum Novarum; expresó el sentir de la Iglesia con respecto a temas laborales. El Papa Pio XII fue sucesor al trono de San Pedro; de carácter introvertido, manejó los intereses sagrados pero fue señalado como ajeno a la tragedia de los judíos en Alemania; dicen, que pudiéndolo haber hecho, nunca levantó su voz para defenderlos. Como tampoco la levantó la Iglesia para señalar la mortandad de rusos en Georgia en época de Stalin que según dicen, superó en número a los judíos muertos en Alemania. Desaparecido Pio XII fue electo Juan XXIII; se decía que por su edad había sido escogido como un Papa de transición. Sin embargo, convocó el Concilio Vaticano II que marcó pautas y principios para la Iglesia de ahí para adelante. Emitió un nuevo catecismo para remplazar al de Gaspar Astete. Lo siguió Paulo VI, de grata visita en Bogotá, del cual no tenemos memoria de ejecutorias especiales. Juan Pablo I tuvo reinado bastante corto alrededor del cual se tejieron consejas. Juan Pablo II fuel el primer Papa no italiano en mucho tiempo; sufrió un atentado que por poco nos priva de su prodigiosa inteligencia. De los actos más importantes de los cuales fue autor, se cuenta el levantamiento de la excomunión a Lutero. Benedicto XVI, agobiado por sus tareas y maltrecho de salud, renunció a su condición de sucesor de San Pedro.

Ahora Francisco, de nuestra América Latina, es el tercer Papa no italiano que ha demostrado características que lo encumbran. Goza del respeto y la simpatía de los fieles y de quienes no lo son. En la ceremonia de imposición del birrete cardenalicio basó su homilía en la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, basada en la caridad; citándola les da instrucciones a los nuevos príncipes de la Iglesia sobre cómo deben ejercer su ministerio:

“La caridad no es mal educada ni egoísta; el que está auto-centrado carece de respeto, y muchas veces ni siquiera lo advierte, porque el respeto es la capacidad de tener en cuenta al otro, su dignidad, su condición, sus necesidades. El que está auto-centrado busca inevitablemente su propio “interés”, y cree que es normal, casi un deber. Este “interés” puede estar cubierto de nobles apariencias pero en el fondo se trata de “interés personal”.

Ojalá algunos de nuestros políticos hubieran oído estas palabras dichas con la autoridad papal.