Alfonso Orduz Duarte | El Nuevo Siglo
Sábado, 10 de Octubre de 2015

 

“Estamos próximos a unas elecciones importantes”

 

A TRAVÉS DEL TEODOLITO

 

Ineptitud e ineficacia

 

La  alegoría de la justicia siempre propone a un personaje si no ciego, por lo menos con los ojos vendados. El mensaje que se quiere enviar así es que la justicia no es  ciega ni que ejerce como tal, sino que no debe tener miramientos con las personas que son su objeto, sino con la recta aplicación de la ley. Esto lo dice este columnista que no es más que un modesto observador de la vida cotidiana; una cosa es la teoría o los buenos pensamientos y otra es la realidad,  No hay que olvidar que tanto las leyes como la aplicación de éstas es fruto de la inteligencia del hombre a quien no se le puede independizar de los gustos y pasiones.  Ya es de lectura diaria que toda persona a quien no le favorecen los fallos y sentencias atribuye éstos no a la interpretación de la ley, sino a pasiones de odio, venganza, retaliación o desquite.

Nuestra justicia, señora con los ojos como eran las dos cariátides en piedra, vigilantes del antiguo Palacio de Justicia de la calle 11 con carrera 6ª; se explica cómo en la locura que se apoderó de los colombianos el 9 de abril de 1948 fue este templo de la inteligencia víctima de destrucción e incendio, organizados por mentes que no estaban tan locas pero sí querían destruir los testimonios de sus proezas, contenidos en los expedientes que desaparecieron. No otro fue el propósito del asalto al nuevo Palacio de Justicia esta vez bajo el patrocinio de los narcotraficantes seguidores de Pablo Escobar y todos sus secuaces. Le arrebataron a Colombia mentes privilegiadas que le habían dado y le siguen dando con su ejemplo, lustre y brillo a nuestra justicia y además hicieron desaparecer los testimonios de sus fechorías.

Existen muchos temas de la actualidad nacional que preocupan a los ciudadanos. Estamos próximos a unas elecciones que son importantes para la vida del país; quienes resulten electos  en cierta manera constituyen la proximidad de la democracia con el ciudadano del común, especialmente el alcalde, pues sus acciones buenas o malas, se reflejan en la vida diaria.  Aunque desde este punto de vista la elección popular de alcaldes a eso obedece, muchas personas no dejan de preguntarse si cuando eran nombrados y sus ejecutorias no correspondían a las expectativas, era muy fácil nombrar a otro que la autoridad, muy fácilmente podía dar marcha atrás. ¡Cómo hemos extrañado esa facultad de nombramiento en Bogotá en los últimos años! Nos hubiéramos librado de tener a la capital postrada. Bien pero así no fue y esa hoja hay que doblarla y seguir adelante. La izquierda bogotana tuvo sus turnos y fue incapaz de aprovecharlos. Claro que debemos reconocer que la clase dirigente bogotana y también la nacional tienen su buena dosis de responsabilidad porque a la suerte de Bogotá no  puede ser indiferente. Ahora estamos enfrentados a una situación de la misma índole si es que los bogotanos no nos avispamos y escogemos al mejor de los que se disputan el cargo, excepto la de izquierda, que si no lo hacemos volvemos a darle una oportunidad que ya ha demostrado su ineficacia e ineptitud para manejar la cosa pública.