“En 1991 nos dimos una nueva Constitución”
A TRAVÉS DEL TEODOLITO
Precio de la democracia
ME imagino que las reacciones que se sucedieron una vez que entró en vigencia la Constitución de 1886 que trajo cambios tan radicales en las normas que nos dimos para que nuestro país pudiera superar los problemas que surgieron a raíz de la independencia sucedidos 67 años antes, tuvieron que ser bastante serias. Centralización administrativa y descentralización política, fue el eslogan que rigió la creación de las instituciones que nos dimos y que campearon como filosofía o método para los gobiernos que habrían de ser elegidos de ahí para adelante. Dicen los que entienden de estas cosas que fue un modelo para el buen gobierno y normas de conducta ciudadana que nos rigieron hasta 1991, cuando nos dimos una nueva Constitución que es la que actualmente impera; Álvaro Gómez quien además de haber sido un gran político, fue un gran pensador; a pesar de que fue uno de los presidentes de la Asamblea Constituyente que siguió la idea de Gaviria a la sazón Presidente de la República, no dejó de repetir que más importante que modificar la Constitución de Núñez era importante aplicar en toda su dimensión la existente, la cual contenía todas las normas para que nuestra sociedad pudiera desempeñarse bien. No se acaba de entender cómo con este pensamiento fue uno de los dirigentes de las discusiones de la Constituyente que se había convocado para modificar la que nos rigió durante más de cien años. Además fue con Navarro Wolf y Serpa signatario de la misma.
Nos sentimos muy orgullosos, así como debió sentirse Gaviria quien fue el promotor de esta reforma de haber logrado convocar a los colombianos quienes a través de las urnas escogieron a quienes deberían aplicarse a esta tarea. Han pasado 24 años y ya podemos empezar analizar los resultados. Uno de los fundamentos de esta reforma fue la de darle participación aún más activa a los ciudadanos. La organización de las elecciones ha demostrado como los pilares de nuestra nacionalidad que son los partidos tradicionales, el liberal y el conservador, se han visto debilitados.
La elección de alcaldes y gobernadores, como un reconocimiento al fuero soberano de los ciudadanos para darse sus propios mandatarios, aquellos que están a la vista inmediata, en teoría es una buena medida. ¿Lo que ha venido sucediendo permite seguir afirmando lo mismo? He perdido la cuenta de cuántos gobernadores de los elegidos popularmente están hoy en la cárcel o han tenido que ser destituidos por mal manejo de los asuntos puestos a su cuidado. El respaldo de la voluntad popular no debe ser una patente para hacer cosas desagradables. De los más de mil alcaldes que son elegidos por el voto ciudadano, por lo menos seiscientos han tenido que dejar sus funciones ya sea porque están en la cárcel o porque administrativamente han sido ineptos; así lo han determinado los entes de control. Ejemplo de ineptitud amparada por la voluntad popular (no más de 15% de los bogotanos, contando la abstención) nos montaron en la vacaloca en la cual se ha convertido este período de Petro que sumado a los anteriores de Clara López, Samuel y al actual Ministro de Trabajo le dieron un largo estancamiento a la capital. Los auténticos demócratas nos dirán que ese es el precio que debe pagar la democracia para que esté en vigencia.