Alfonso Orduz Duarte | El Nuevo Siglo
Sábado, 10 de Enero de 2015

A TRAVÉS DEL TEODOLITO

Economía de libre competencia

La  esencia o razón de ser de una economía de libre competencia, como es la nuestra, la constituye la libertad de iniciativas particulares para la producción, la distribución y el consumo, la prestación de servicios, etc., dentro de los marcos legales que la misma sociedad se impone para que se pueda obrar con plena  autonomía.

Las iniciativas, para que puedan tener vida económica, requieren de alguien que necesite de la producción, de alguien que se ocupe en la distribución, de alguien que consuma, de suerte que la cadena sea completa que en términos de las expresiones usuales es la ley de la oferta y la demanda; la cual no solamente se ocupa en ofrecer y adquirir los bienes o servicios sino también de fijar los precios. Si hay alguien que necesita un servicio habrá alguien que lo quiera prestar. Tanto quien lo presta como quien lo necesita deben beneficiarse. El uno recibiendo un justo pago y el otro suministrándolo. Si no existieran viajeros que deseen transportarse en forma rápida y segura de una parte a otra en el mundo, seguramente no existirían las compañías de transporte aéreo. Pero tanto se ha sofisticado este sistema que se han desarrollado aviones de toda clase, veloces, más veloces, con o sin alimentación a bordo en viajes largos, con disponibilidad de facilidades para descansar y dormir, silenciosos o menos silenciosos, facilidades en tierra de la mejor calidad, en fin, de todo lo que el viajero desea pero eso sí, pagando estos servicios.

En el servicio urbano también se ofrecen toda clase de opciones para movilizarse de un lado a otro de la ciudad. El servicio público de transporte que entre nosotros no es la última maravilla, existe y los bogotanos lo usamos a más no poder. Si existiera una mejor calidad lo usaríamos en vez de hacerlo en vehículo particular cuando de éste se dispone. Pero bueno, cuando no se quieren o no se pueden utilizar los buses de transporte público, se dispone de la opción de los taxis que abundan en la ciudad. No hay sino que, con espíritu observador, ver en nuestras vías las grandes manchas de vehículos de color amarillo que circulan por la ciudad ofreciendo sus servicios que suelen ser aceptables con las excepciones de unos cuantos conductores “atarvanes” para quienes el usuario debe hacer coincidir la necesidad de transporte con la suya propia. Eso sin mencionar su falta de cortesía profesional y la altanería de la cual hacen gala.

Algunos empresarios detectaron estas falencias y han ofrecido a los usuarios potenciales  un servicio de buena calidad que asegura servicio eficiente rápido y oportuno dentro de un esquema nuevo; eso sí, vale más que el servicio de taxis “normal.” Esos son los Uber que ahora deben quedar paralizados por disposición oficial. No se ha podido establecer que el servicio sea malo o perjudicial, sino que su prestación no se acomoda a alguna disposición legal. Lo que al ciudadano de a pie se le ocurre como solución es que si el servicio es aceptable y no perjudica, pues dispongan las prescripciones legales para que pueda servir a la  ciudadanía. So pretexto a la protección al trabajo de don Uldarico, no se puede ni se debe coartar la oferta de servicio de transporte que la ciudadanía ha acogido.