Verdades inocultables
Es una verdad que nadie discute que así como las estadísticas bien llevadas y organizadas sin ningún deseo de generar opinión, constituyen una verdad, por lo menos para el universo de encuestados, es cierto que quien las conoce puede ver su caso reflejado en ellas, pero también quien contrasta sus propias vivencias con lo que encuentra en ellas puede alejarse de lo que dicen. De ahí que se diga que las estadísticas así como son o pueden ser una verdad colectiva pueden ser una mentira individual.
Ese fue el sentido de mis comentarios en mi último artículo, el de la semana pasada, que no tuvo ningún sentido diferente al de reconocer la buena acción de un mensajero que encontró un celular y lo devolvió, con lo cual no se quiso desvirtuar ni desconocer los datos sobre robos de celulares, ni pretender dar por buenos los absurdos robos, atracos y crímenes que suceden a manos de malhechores. Solamente que existen personas decentes y honorables, que aunque ninguna estadística lo señale, son la mayoría de los colombianos.
Así como existe descuido en la atención a la salud colectiva el cual me fue señalado con fotografías de la gran cantidad de personas que son desatendidas, que no existen centros de salud ni hospitales suficientes y mal atendidos, como el caso que nos relató el padre de una de las víctimas del desgraciado accidente en el Amazonas sobre el hospital de Leticia, que muchas entidades dedicadas a la salud descuidan su misión o por falta de recursos, lo cual es inaudito, o lo que es más inaudito, es que los dineros dedicados a estos menesteres los distraigan, por no decir que se los roban.
Son verdades que no se pueden ni se deben ocultar porque de lo contrario se está atentando contra lo más importante que puede tener una nación como es el capital social: el hombre. Si del campo del capital social básico se sigue comentando se debe hablar de la educación; para ello no hay que escatimar esfuerzo para formar ciudadanos de bien e igualmente educados. El analfabetismo debe reducirse. Todo dinero que se distraiga de esta obligación básica es un crimen que no debe tener perdón ni por las leyes ni por la sociedad. Hacer hincapié en la bondad y necesidad de estas acciones por parte del Gobierno casi que constituye una repetición lo que para la sociedad en su conjunto, aunque no tenga como expresarse, es un anhelo permanente.