Sochi, luces y sombras
Quienes, como este columnista, no gustan de las aglomeraciones que provocan los espectáculos que congregan a mucha gente o no pueden hacerse presentes en donde éstos suceden, los pueden disfrutar a través del prodigio de las transmisiones de televisión que permiten ver lo que está sucediendo en el mismo instante en el que está ocurriendo. Ya, por ejemplo, estamos regodeándonos pensando en el próximo campeonato mundial de fútbol que nos permitirá ver todos los partidos de este certamen que congregará a tantas personas en los estadios brasileños, pero que podremos ver cómodamente sentados en la casa, en el club, en fin, en establecimientos públicos que tendrán como acicate para su clientela potencial. Verlos así nos hará estar más atentos que en el propio estadio, ver con detalle cómo son los goles, las jugadas y todos los incidentes del partido. Eso sí, el calor de los aficionados no se podrá disfrutar ni percibir.
Las Olimpiadas de Invierno que tuvieron lugar en Sochi fueron uno de los espectáculos que pudimos ver en trasmisiones de televisión impecables; las diferentes modalidades que se presentaron de deportes de invierno como esquí en todas sus particularidades, hockey, patinaje artístico, una especie de bolos con “bolas” planas de granito, etc., son disciplinas deportivas ajenas a nuestra costumbre y prácticas por nuestra ubicación geográfica tropical, la cual no fue óbice para que pudiéramos ver en directo las competencias y presentaciones, desde las canchas, si así pueden llamarse los magníficos escenarios en los cuales tuvieron lugar estas magníficas y vistosas exhibiciones. La inauguración fue un espectáculo y demostración de arte, buen gusto, organización, fuegos artificiales bellísimos, disciplina de los participantes, escenarios extraordinarios, en fin, una presentación excepcional de Rusia ante el mundo que nos dejó maravillados.
Ese es un lado de la moneda, el otro, lleno de sombras. Se gastaron más de 50 mil millones de dólares en la construcción de los suntuosos y gigantescos escenarios sin utilidad práctica posterior, cuyo objeto, dicen, fue el de alimentar el ego del Presidente del país elevando su condición de tal a la de faraón o emperador. Los ecologistas han hecho observaciones a estas construcciones sin objeto después de las Olimpiadas las cuales, además, les llenaron los bolsillos a contratistas corruptos. Quienes asistieron a Sochi, fuera de gozar de los deportes de invierno, fueron objeto de la hospitalidad oficial. Dicen que la ciudad, seguramente como eco de algunos acontecimientos que comenzaron el 7 de febrero, día de la inauguración cuando algunas personas se hicieron presentes en la Plaza Roja de Moscú cantando el himno nacional se manifestaron a favor de la comunidad LGTB; hubo arrestos y desórdenes que se extendieron durante los días siguientes. Sochi, seguramente con medidas preventivas, se convirtió en una base militar con acceso restringido; las cuales continuarán hasta un mes después de la clausura. En otras palabras, según los comentaristas, Sochi durante este tiempo y para efectos prácticos ha estado en estado de sitio. El autoritarismo imperante se hizo presente aunque las autoridades no molestaron a los visitantes. Rusia ha hecho de estos juegos una estupenda manifestación de poderío y ha mostrado una cara a quienes vimos las Olimpiadas de lejos. ¿Opinarán lo mismo quienes las vieron de cerca?