La majestad del poder
El populismo, sistema por medio del cual se opta por ejercer como propios los usos y costumbres de las clases sociales menos favorecidas económica y culturalmente, se ha venido apoderando de los políticos, en su propósito de obtener el favor de esas clases sociales; en algunos casos sin esfuerzo pues han salido de la entraña de ellas, pero en otros en actitudes que no guardan relación con su condición y que pueden calificarse como grotescas. Pero parece que aquellos políticos que han llegado a dirigir a sus países se han contagiado de populismo. Es una práctica sobre la cual mal se pueden hacer glosas, pues es una manera escogida para llegar hasta el alma de los gobernados, algunas veces con éxito y otras sin él.
Los curas obreros que pretendieron ejercer su ministerio a la par con quienes deberían ser objeto de sus prédicas, fue una actitud que dejó amargas experiencias. El ejercicio de dirección requiere buena dosis de grandeza, superioridad y autoridad sobre otros que bien puede denominarse majestad. Esa es la que se pierde si se barniza con populismo.
Si recorremos nuestra América actual se pueden citar a ciertos mandatarios que revuelven el ejercicio de sus tareas con el ejercicio del populismo oportunista, que no se puede ni se debe confundir con la democracia. Venezuela, por ejemplo, no avanzó en su democracia con el populismo de Chávez, ni ahora con el de Maduro, quien con credenciales en entredicho, pretende seguir los pasos de su jefe y mentor. Está en su propio medio Evo Morales en Bolivia quien es el primer boliviano de origen indígena que accede a dirigir al país, por lo cual él no parece populista sino que se maneja conforme a su condición, por lo cual no le cuesta mayor esfuerzo tomar como propios los usos y costumbres de su gente. Seguramente por eso mismo es que aspira a una tercera reelección. Tampoco a Obama, primer presidente de color en los Estados Unidos, le quedaron mal las monerías que hizo en la cena con los reporteros en Washington, si es que esas monerías las hizo con ánimo populista. Si no fue así, por lo menos lo hizo para congraciarse con quienes tienen como tarea analizar su conducta como mandatario. Y qué decir de Nicaragua en donde Ortega se maneja dejando a un lado la majestad de la cual debe rodear la primera magistratura que representa y ejerce. Correa en Ecuador es más discreto en este sentido; con orgullo; usa las camisas autóctonas de su pueblo.
Entre nosotros los presidentes en este siglo han llevado con mucha dignidad su investidura; lo cual no ha sido óbice para que estén sintonizados con su país y su pueblo. Marco Fidel Suárez, quien fuera terriblemente criticado por su sencillez de ciudadano; otros como Olaya Herrera con su imponente figura, Alfonso López, los dos, Eduardo Santos, los Lleras, Ospina Pérez, Laureano, Urdaneta. el propio Rojas Pinilla, Misael, Virgilio, Belisario, Turbay, Gaviria y Uribe siempre ejercieron con majestad sus encargos. Por eso me ha dolido ver a Santos, por quien profeso admiración y respeto, en paños menores. ¿Se contagió de populismo?