Otra vez el Municipal
El Teatro Municipal ya desaparecido, lo tenemos asociado los bogotanos y por qué no decirlo todos los colombianos, a un centro de esparcimiento con buenos espectáculos de variedades, pero especialmente con uno que llenaba de horror al vecindario. Eran los llamados viernes culturales cargo del líder político Jorge Eliécer Gaitán quien con su verbo encendido entusiasmaba a los asistentes que eran sus fanáticos seguidores. El derroche de entusiasmo culminaba inexorablemente en retozos democráticos con pedreas a los almacenes de la ciudad de Bogotá y claro, con los saqueos de sus vitrinas. Los comerciantes les tenían pavor a estas explosiones de entusiasmo pues ellos contribuían involuntariamente con sus mercancías a hacer más amenos los viernes culturales. El fuego de la oratoria de Gaitán, asesinado el nueve de abril de 1948, hecho que cambió drásticamente la historia contemporánea de Colombia, encendía a sus seguidores, los gaitanistas al calor de sus arengas políticas y su famosa expresión desafiante “mamola,” cuando quería contagiar a sus oyentes a tomar partido en contra de alguna proposición de alguien o de algo que consideraba lesivo de los intereses populares y también de uno que otro aguardiente contribuía a los desmanes. Los protagonistas se divertían de lo lindo; así quedaban invitados s la siguiente sesión. Manes de la democracia, así nos mates con decían algunos.
La voz de Gaitán no fue la única que desde ese escenario del Municipal se hizo sentir en el país, otra dijo lo siguiente: También se han contrapuesto a mis asertos consideraciones de índole general, que aceptadas sin análisis, sirven para alimentar confiado optimismo. El país está un extraordinario fenómeno de valorización. Propiedades inmuebles y valores en el curso de pocos años, aun en meses, han duplicado, triplicado su precio. Quienes se han aprovechado de este fenómeno, ya realizaron o computan pingües utilidades, y creen que el proceso sigue sin interrupción su marcha ascendente, se entregan a los más vivos transporte de alegría. Yo temo, sin embargo, que este proceso de valorización, ese aumento general de los precios, y la consiguiente carestía de la vida, más que indicios de prosperidad, son síndrome de un estado morboso. Atravesamos una época de multiplicación extraordinaria de los signos de cambio, ocasionada por los repetidos y cuantiosos empréstitos extranjeros. En épocas anteriores pasamos también por períodos de abundancia de signos de cambio, bajo el régimen de emisiones de papel moneda de curso forzoso. Es claro que la gran copia de papel moneda de valor intrínseco, producida por los préstamos foráneos, no es comparable a aquella otra sin valor, impuesta por los préstamos foráneos, no es comparable a aquella otra sin valor, impuesta por la necesidad o la arbitrariedad. Pero no debe olvidarse tampoco que esa abundancia no procede de riqueza ya conquistada e incorporada al patrimonio nacional, como sería si proviniese del pago de frutos de exportación.
Esa voz es una aparte que me ha parecido oportuno citar, de una conferencia dictada por Laureano Gómez el 3 de agosto de 1928 en un ciclo de conferencias en una cátedra establecida por iniciativa de Alfonso López. Los dos fueron presidentes del país. El primero además fundador de El Siglo el 1° de febrero de 1.936, periódico cuya tradición mantiene El Nuevo Siglo.