“¿Democracia aunque nos mate?”
Tengámonos de atrás con lo que nos está sucediendo con el alcalde Petro quien, contrariamente a lo que se oye decir, sí sabe lo que va a hacer en su período. Ya nos ha dado muestras de su ineptitud administrativa que no corre parejas con sus habilidades que ha querido demostrar para imponer y copiar lo que ha hecho nuestro vecino venezolano que ha llevado a su país a una situación que se puede calificar bondadosamente como confusa. Quiere Petro desde la dimensión de Bogotá imponer un modelo político que es ajeno a nuestra manera de pensar. Si obtuvo el 30 por ciento de los votos que se depositaron lo que le permitió obtener la mayoría relativa y la abstención fue del cincuenta por ciento, si las matemáticas no fallan, que no suelen hacerlo, fue elegido por el quince por ciento de quienes tenemos la capacidad de votar y decidir a través de la “democracia,” y decidir sobre nuestro destino. Con esta precaria votación se ha instalado en la Plaza de Bolívar gobernándonos con resultados hasta ahora desastrosos. Y eso, según las reglas vigentes, le da derecho a decidir sobre nuestro destino en esta ciudad. Estas mismas reglas les permiten a los ciudadanos revocar el mandato y en esas andamos. Lástima que este procedimiento no parece que vaya a tener éxito alguno pues una vez con las palancas del poder en sus manos, es prácticamente muy difícil aunque no imposible, despojarlo o cancelarle la confianza que la gran minoría le dio para manejar los asuntos bogotanos.
No se auguran muchos éxitos ni vida a esta iniciativa. Sí parece que la única esperanza es que los entes de control, la Procuraduría que vigila su conducta administrativa que acusa fallas protuberantes y la Fiscalía que investiga su conducta que va contrariando las normas del Código Penal, se apersonen e investiguen con todo rigor su conducta. Si a su entender todo lo ha hecho bien que así lo digan, así como también deben decirlo en caso contrario.
La justicia distributiva la aplica queriendo ahogar a quienes tienen alguna posibilidad de crear riqueza y empleo, so pretexto de ayudar a los más desvalidos. Nadie puede estar en contra de hacer todo lo que esté al alcance para combatir el desequilibrio que vive nuestra sociedad. No hay que regalar el pescado sino enseñar a pescar dicen los rotarios en sus proclamas altruistas. Los subsidios que los ocupantes de los estratos altos que es una calificación arbitraria de la cual se echa mano para ejercer la justicia distributiva es una política que hay que repensar con cuidado. ¿No cobrar por el uso de los servicios básicos será una sana política de redistribución del ingreso? Pero eso es popular aunque a la larga cree desequilibrios más grandes a aquellos que se quieren reparar.
El consuelo que le queda a la ciudad es que este mandato es temporal y que en un par de años la ciudadanía estará en los ajetreos propios para generar una rectificación a fondo de este craso error que al ejercer nuestra democracia paradójicamente nos ha conducido al caos que vivimos.