Recuperación del fuero militar
Las formas combinadas de lucha para conseguir el poder constituyen un conjunto de estrategias conducentes a obtener las palancas del poder, con el presunto presupuesto de la defensa de los derechos de la ciudadanía que presuntamente o no han sido reconocidos o han sido conculcados. Cuando quienes se creen los abanderados de la sociedad no encuentran que las vías que ofrece la democracia no son aptas para obtener las reivindicaciones de los supuestamente representados, optan por el camino de la lucha armada, la sublevación en contra del orden que la misma sociedad se ha dado. En eso, aquí en Colombia, los insurrectos llevan 50 años sin que hayan podido lograr los objetivos que se han propuesto, fuera de sembrar hambre, destrucción, desolación y muerte; como tampoco a quienes les hemos dado la representación han podido acabar con este cáncer que nos tiene tristes y confundidos, a pesar de los “éxitos” que han hecho que la guerrilla esté agazapada.
Ahora estamos en conversaciones para tratar de lograr que esta gente se reincorpore al torrente de la vida nacional y dejen a un lado el terrorismo, la extorsión y el secuestro, otras de las formas de lucha. Ojalá se logre algo que es lo que espera la Nación con un moderado optimismo.
Otra de las modalidades o formas de atacar a la democracia es la lucha jurídica, mucho más inteligente y de alcances que desafían las previsiones de políticos, pensadores y sociólogos. Nuestro esquema de normas de comportamiento ciudadano están regidas o inspiradas en el derecho romano, que establece que una determinada conducta para ser observada, analizada, ensalzada o castigada, debe estar previamente contenida en la ley, contrario a la aplicación del derecho anglosajón que permite analizar los hechos conforme al derecho consuetudinario, es decir, contempla el movimiento dinámico de la sociedad, para lo cual se requiere de jueces de altísima probidad no solamente en leyes sino también en el análisis de la conducta individual y colectiva.
La formación de nuestros jueces y magistrados está a cargo de las escuelas de derecho, cantera de expertos en estas disciplinas. Hasta los estrados judiciales parece que ha llegado la forma combinada de lucha; en forma por demás inteligente y sibilina que ha conducido a, lo que en el campo de batalla no se pudo, derrotar al enemigo en el campo jurídico. No de otra forma puede el ciudadano del común explicarse cómo militares pundonorosos estén ahora detenidos y muchos de ellos condenados por habernos defendido como lo han hecho desde las gestas de la independencia.
Difícilmente existen jueces más severos que aquellos que juzgan o señalan a los de su mismo oficio cuando creen que han desempeñado mal sus tareas profesionales. De ahí que se haya recibido con honda satisfacción el restablecimiento del fuero militar que permite, mejor es decir, recupera para los militares la función de juzgarse ellos mismos cuando se considere que en actos del servicio han violado las severas reglas que juran al optar por la milicia que es un sacerdocio que no es sino “la consagración activa y celosa al desempeño de una profesión o ministerio elevado y noble”. No valieron las furiosas arremetidas de Vivanco en el Congreso y el despliegue informativo en los periódicos. Pueda ser que ahora tampoco valgan maniobras para acabarlo.