ALEJANDRA FIERRO VALBUENA, PhD | El Nuevo Siglo
Sábado, 24 de Mayo de 2014

Los problemas de la paz

 

Es crucial para la población civil hacer un análisis riguroso del tema que está en juego, en las próximas elecciones presidenciales. Claramente estamos hablando del proceso de paz. En esta coyuntura es imposible para Colombia omitir el avance del proceso y la orientación que se le ha dado a las negociaciones.

Los candidatos más fuertes tienen posturas contrarias con respecto a este tema. Es justo esta situación la que ha conseguido polarizar a la población entre quienes están a favor del proceso de paz y quienes se oponen a él. Pero esta división ha estado marcada por una confrontación agresiva, llena de mentiras y engaños, de estrategias oscuras e intentos de desprestigio que reflejan a su vez, el modus operandi de los gobiernos que, cada candidato, ha liderado o acompañado en el pasado. Este tratamiento anula por completo cualquier intento de análisis objetivo y racional, que permita dejar de lado las pasiones y tensiones que un tema tan complejo genera, para poder comprender cuál es el horizonte de posibilidades que Colombia tiene con respecto a la paz.

Ese es el primer problema de la paz en Colombia. Somos una población nublada por las pasiones y orgullosamente lo reconocemos (la campaña “Colombia es pasión” es una clara muestra de ello). El ejercicio racional no es nuestro fuerte y cada vez estamos más lejos de espacios y modelos que nos permitan aprender a actuar racionalmente. Si, además, los líderes políticos que aspiran a la Presidencia, exacerban las pasiones y ofrecen cada vez menos argumentos racionales, está garantizado que el proceso electoral será pasional, mas no racional.

Al analizar el proceso de negociación aparece un segundo problema, derivado del anterior: no hay condiciones mínimas para dialogar. El presupuesto del diálogo es la racionalidad. Es necesario que cada parte haga un ejercicio serio y profundo que lo lleve a la comprensión de la postura contraria. Sólo de este modo es posible alcanzar acuerdos. Si en un proceso de diálogo hay de por medio actos irracionales, estamos frente a un escenario que anula el punto de partida elemental de dicho ejercicio. La guerrilla en Colombia sigue matando y atacando a la población civil y con ello viola radicalmente las reglas que exige la negociación. Es tan absurdo como intentar detener con razones a quien, llevado por la ira, ataca con puños a su contrincante.

Con este escenario es apenas lógico que el proceso esté bastante deteriorado y que, muy probablemente, no llegue a buen término. Por lo tanto, los problemas derivados son incontables. Sin embargo, dado que nos hemos empeñado en darle continuidad, es prudente analizar, dentro de lo que se tiene, qué vale la pena seguir haciendo y qué problemas se podrían evitar.

Cabe formular una propuesta que en tiempos de multiculturalidad ha tenido éxito en algunos procesos de negociación. Consiste en salir de los dilemas hacia los trilemas. Es decir, no solo negociar contando con las dos partes, sino recurrir a un tercer marco que permita un análisis menos cargado y que ilumine de forma nueva acerca de la conveniencia de aquello que se acuerde. Con este modelo se evita el tire y afloje de las dos partes y se omite en gran medida la intervención de las pasiones. Además, la presencia de una tercera instancia permite la neutralización de las acciones de las dos partes implicadas.