ALEJANDRA FIERRO VALBUENA, PhD | El Nuevo Siglo
Sábado, 28 de Diciembre de 2013

Emoción y sentimiento

 

La moda no solo nos dicta pautas estéticas como qué ropa usar o cómo decorar las casas. También existen modas intelectuales que operan de modo  sutil que van orientando la opinión pública mientras ésta, ingenua, se sigue pensando con voz propia. Esta influencia de la moda tampoco deja intacto al mundo afectivo y sentimental. Aun cuando creemos que los sentimientos son lo más sincero y original -de ahí su popularidad en la era de la autenticidad- este ámbito humano se ve influido por las tendencias del momento, de modo que, de acuerdo con lo que esté en boga, sentimos de un  modo u otro.

Se habla mucho en esta época de la primacía de los sentimientos sobre la razón. Consideramos a nuestra época como colonizada por la afectividad. La publicidad, con ayuda de la psicología, debe su éxito arrollador a la manipulación de la sensibilidad y los afectos. Incluso la ética se siente hoy conquistada por los dictados del sentir que opacan con fuerza a los del pensar. Sin embargo, cabe señalar que si esta es la era de la afectividad, es pobre el modo como comparecen los sentimientos en ella.

Se podría hablar mejor de una era emocional, si se entiende que dentro del mundo afectivo son múltiples los modos sentimentales que se dan. Desde esta perspectiva, las emociones son aquellos sentimientos de corta duración y que tienen alto impacto en nivel corporal. De distinta índole es, por ejemplo, la pasión, que implica larga duración en el tiempo. Así, lo que prima en nuestra época es la emoción sobre otros sentimientos más complejos.

Sentimientos como la compasión, la vergüenza o el arrepentimiento, no gozan de la misma popularidad que las emociones fuertes que generan el consumo sin límites y las diversas formas de entretenimiento del mundo actual. Estos sentimientos, tan pertenecientes al mundo afectivo como las emociones mismas, han caído en desuso.

El motivo más fuerte para esta desproporción ha sido la generalizada creencia en que el mundo afectivo es un compartimiento estanco, que se separa de la razón y la voluntad. Esto ha llevado a creer que las emociones tienes leyes propias y que frente a lo que se siente es poco lo que la razón puede hacer.

Una grave omisión de nuestros tiempos es desconocer la necesidad de una educación de la afectividad. En ella radica que las nuevas generaciones desconozcan por completo un plano afectivo, que aun cuando no genera sentimientos del todo placenteros, es necesaria para establecer relaciones con los demás. Estos sentimientos irán desapareciendo aun más con las estructuras de comunicación virtual y la vida en las redes sociales que se imponen cada vez con más fuerza.

La afectividad que entra en juego en la relación y la entrega dista mucho de ser “emocionante”. Implica pasiones, estados afectivos y sentimientos que pasan por todas las gamas entre lo incómodo y lo grato. Para vivir una afectividad plena hace falta descubrir y ejercitar toda esta variedad. De lo contrario tendremos generaciones de “tarados”" afectivos que piensan que el sentir se limita a experimentar emociones placenteras.