ALEJANDRA FIERRO VALBUENA, PhD | El Nuevo Siglo
Sábado, 23 de Noviembre de 2013

Amor filial

 

Todos hemos nacido en una; unida o dispersa, problemática o tranquila, grande o pequeña, tradicional o revolucionaria. Sin excepción, todo ser humano que haya sobrevivido en el mundo ha requerido del cuidado de alguien que está dispuesto a renunciar a alguna cosa  o a todo por hacerse cargo de esa nueva vida.  Esa es la familia.

A través de la historia han sido múltiples las formas familiares, pero nunca se ha conocido una cultura en la cual no exista ese tipo de relación. Es más, la comprensión de las dinámicas culturales, su esquema de valores y su distribución de poder, está siempre apoyada en la exploración y comprensión de la estructura familiar. Del modo como se configure la familia se deriva el funcionamiento y desarrollo de una determinada cultura. Su presencia es crucial pues es una evidencia histórica que aquellas sociedades con estructuras familiares fuertes son más sólidas que aquellas en las que la familia se diluye.

Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de familia? A veces se piensa que hablar de familia supone un modelo fijo e inamovible. Pero basta con revisar la historia para percatarse de que las estructuras familiares se transforman. En la Roma antigua el modelo patrilineal permitió el desarrollo del imperio, mientras que  para los indígenas iroqueses de Norteamérica la estructura matrilineal proporcionó el desarrollo de dicha cultura. Entonces, hablar de familia supone ahondar, porque cualquier descripción cultural no será más que eso y lo interesante de esta estructura trasciende los límites de la forma.

Analizar este fenómeno humano desde el tipo de relación que supone abre como camino sugerente y fecundo. Lo que define a la familia es el tipo de relación que se vive en ella. Al explorar este campo comienzan a aparecer las pistas de comprensión y también se aclara el camino para poder distinguir cuando, en las relaciones humanas, estamos hablando de familia y cuando no.

La familia supone sobre todo un tipo de amor peculiar. Vale aclarar que amor se entiende aquí como un acto humano y no como un sentimiento. Este tipo de acción tan definitiva para los hombres, consiste ante todo en la entrega. Pero esta entrega se puede dar en distintos contextos, pues amamos tanto a nuestros amigos como a nuestros padres. ¿Se puede decir entonces que estamos hablando de la misma relación? Claramente el amor hacia un amigo supone un marco de acción completamente distinto al amor filial. La filiación supone ante todo una confianza total que para los amigos es descontextualizado pedir.

Cuando hablamos de familia hablamos de un tipo de relación en la cual la entrega supone la disponibilidad para obedecer, la renuncia para cuidar, la apertura para dar nueva vida. Desde esta perspectiva la familia es un tipo de relación que no se da en cualquier contexto ni entre cualquier grupo de personas. Es necesario que  exista un marco en el cual estas acciones se puedan llevar a cabo en plenitud. Sólo así cobra sentido afirmar que la familia es la base de la sociedad y que para todos es bueno y satisfactorio trabajar para su fortalecimiento cada día, pues en ella crecemos como seres de entrega.