ESCENARIO POSIBLE
Todos por Bogotá
EL equipo conformado por Carlos Fernando Galán y Enrique Peñalosa para liderar un proceso de ciudad, en el cual el centro de la acción está en la ciudadanía, es una muestra de que en Bogotá sí se puede hacer política sana. El sueño de una Bogotá de todos y para todos, con espacios públicos, no sólo físicos, sino también de participación política, se presenta como un escenario posible, si la ciudadanía elige bien en las próximas elecciones.
El problema de las administraciones anteriores ha sido justamente el descuido de la dimensión social. El interés por los ciudadanos, para Lucho, Samuel y Petro ha sido sólo una cortina de humo que los impulsó al poder, para luego gobernar desde los intereses más egoístas que Bogotá jamás haya tenido que soportar.
Si bien, bajo estas administraciones aparecieron proyectos interesantes, que estaban orientados a la mejora de la movilidad y de la seguridad, la desconexión con el sentir y el vivir de la ciudadanía llevó a que muchas de las iniciativas válidas del gobierno local terminaran en fracaso. La falta de estrategias educativas que marcaran el paso de la población hacia el uso y aprovechamiento de, por ejemplo, el servicio de transporte público SITP, convirtió el esfuerzo económico y de planeación en un fracaso difícil de rescatar.
Bogotá se ha convertido en una especie de “Ciudad Gótica”, en la que el crimen acampa a sus anchas y en las que el miedo es el sentir que nos identifica. Es, en todo el sentido, una caricatura de ciudad en la que los ciudadanos asustados y escondidos en sus casas esperan la aparición de un superhéroe para que los rescate del hampa.
Si continuamos bajo este esquema no tendremos un destino distinto al de la popular caricatura y en lugar de héroe aparecerá, tras las elecciones, un nuevo villano que desfalcará y aterrorizará aún más a la población.
Si queremos que Bogotá sea de nuevo una ciudad vivible, en la que valga la pena echar raíces en lugar de anhelar la oportunidad de irse lo más lejos posible de ella, tenemos que asumir un compromiso real como ciudadanos y estar dispuestos sacrificar comodidad individual por bienestar colectivo. Asumir a Bogotá como propia, salir a las calles y relacionarnos desde la confianza y no desde el miedo, cuidarnos como próximos y no como extraños, construir en lugar de destrozar.
Si se consigue la unión de candidatos valiosos en torno de una perspectiva como la que proponen los arriba nombrados, será por fin otro el son que toquemos en los próximos dos años en Bogotá.