Campaña para votar
SE acerca el 25 de octubre y las campañas de los candidatos a la alcaldía inyectan una dosis fuerte de activismo político y fondos económicos para dar la batalla en la recta final. Este esfuerzo, que supone una inversión importante en tiempo, dinero y trabajo de los equipos correspondientes, en teoría se verá recompensado cuando salga elegido el próximo burgomaestre de la capital.
Pero según las encuestas, sólo el 45% de la población votante está considerando ejercer ese derecho en los próximos comicios. Esto quiere decir que la persona no será elegida por la mayoría de los bogotanos. Representará menos de la mitad de la población, por lo tanto su ejercicio del poder no estará respaldando lo que exige una democracia.
Sin embargo, el cansancio frente a la situación que atraviesa Bogotá es sentido y sufrido por más de ese 45% que eventualmente elegirá al alcalde. ¿Por qué un porcentaje tan alto de la ciudadanía no piensa pronunciarse con respecto al futuro político de su ciudad?
El voto no es comprendido como una herramienta que otorgue poder a la población. La percepción social acerca de la participación política es que es inútil ante la crítica situación que la sociedad atraviesa. La desconfianza frente a los líderes políticos es total. Más de la mitad de los ciudadanos considera que quienes conforman la clase política colombiana no están allí para servir a la sociedad sino para aprovecharse del poder y enriquecerse de manera ilegal. El sector público se asocia de manera automática con corrupción. La fe en las instituciones políticas ha desaparecido de la mentalidad de los colombianos.
Un país que sufre la terrible enfermedad de la desconfianza y la indiferencia, pocas probabilidades tiene de salir de la crisis que atraviesa. Es sabido que los problemas sociales no se superan sin contar con el compromiso activo de la sociedad. Mientras no exista una motivación ciudadana para asumir el papel político que le corresponde, se perpetuará el escenario que vivimos hoy: una clase política que aprovecha el poder en beneficio propio y unos cuantos de buena voluntad cuyos esfuerzos quedan atrapados en la maraña de actos corruptos que encierra la gestión pública.
¿Por qué el Gobierno no impulsa campañas que fomenten la conciencia política ciudadana? La población ignora el poder que le confiere su ejercicio del voto. En el caso de Bogotá, si existiera conciencia de lo que representa el voto para conseguir una verdadera transformación de la ciudad, dudo de que alguien mantenga su deseo de no votar.
Para las elecciones de alcalde que se avecinan salgamos todos a votar. No importa por quien, pero votemos. Frente a la fuerza que representa la ciudadanía activa y comprometida, me atrevo a decir que es casi irrelevante quien salga electo. Si es un buen representante pondrá a funcionar a la población y creará espacios de participación significativos como para que la fuerza de la ciudadanía represente progreso y desarrollo en la ciudad. Si es un mal representante, pero la ciudadanía está activa y despierta, no habrá manera de que se mantenga en el poder. Convenzámonos de una vez: el problema de Colombia no son los malos políticos sino la profunda indiferencia de sus ciudadanos.