Todo indica que el posmodernismo se engolosinó con las falacias y equívocos de Rousseau y sus compinches: hoy está de moda lo que nos permita vivir sin rumbo, sin referentes que le den sentido a la vida.
A nadie se le ocurriría situar la llamada religión civil entre las religiones históricas y universales de la humanidad, pero aquí debemos ocuparnos también de algunos sucedáneos de la religión tal como se ha entendido tradicionalmente. Lo que la sociedad o el mundo académico considera muchas veces religión no responde ni mucho menos a un único parámetro, que no permite hablar en absoluto de que las religiones sean equivalentes, o pretendan satisfacer las mismas necesidades en los individuos.
Resulta que el tradicional atractivo semántico del término religión, y la repulsión paralela que engendra en las mentes seculares se condensó en la expresión religión civil. Esta expresión reúne, para quien sabe interpretar bien, un período importante y característico de la cultura occidental de la modernidad, y del espíritu racionalista y secularizante que la domina. Significa el punto de llegada de un proceso en el que la religión retiene su valor funcional y su importancia de factor cohesivo de la sociedad, a la vez que se ve despojada de sus contenidos más propios y definitorios.
La religión civil es la veneración cuasi-religiosa hacia determinados valores y tradiciones cívicas o racionales, expresada en un poderoso sentido de pertenencia a la comunidad, y en festivales, ritos, e idearios, así como en la glorificación de personajes y acontecimientos del pasado. La llamada religión cívica manifiesta y nutre el cinismo, es decir, la conciencia de ser miembro de una ciudad o de una nación, de estar vinculados a su suerte, y de sentido solidario de su pasado y responsable de su futuro.
La expresión religión civil es moderna, pero algunos aspectos de lo que quiere significar puede rastrearse en el mundo antiguo, y particularmente en la ciudad antigua. En el mundo helénico y romano, el servicio que todo buen ciudadano debía prestar a su ciudad tomada forma religiosa. Y el patriotismo era para los antiguos la virtud suprema. En el mundo medieval el orden general era cristiano y un régimen de Cristiandad que enmarca y proclama la supremacía de la fe común, el mundo medieval conoce también la exigencia de una religión civil atenuada, que se centra en la ciudad, y es un fenómeno urbano que busca enaltecer, prestigiar, y consolidar el poder político y económico de la comunidad. Esto es lo que nos quieren imponer con la tecnología y demás medios de comunicación.
Recapitulando, estamos frente de un peligro mortal si los colombianos, radicalizados por ideologías sin pies ni cabeza, y no buscan la Verdad en las religiones monoteístas sanas que, siguen siendo atacadas sin razón ni compasión, endiosando el placer por el placer, pretendiendo adueñarse del mundo, cueste lo que cueste. No obstante, las tres religiones monoteístas son la gran mayoría: Judíos, Cristianos y Musulmanes, son ejemplo de fidelidad que busca la Verdad Eterna, mientras que la religión civil de hoy nunca acabará con la Verdad de quienes apuestan por la existencia de la Vida Eterna.
Fuente: José Morales