EL SEPTIMAZO
Fatiga
Con fatiga leo las noticias y con abulia escucho los noticieros de la radio y la televisión. Todo parece inamovible; a veces cambian los nombres de los pillos, los quejosos, los birlados, los tumbados, los amenazados, los victimizados, los victimarios, las urgencias, pero en esencia todo es un “revival”: los mismos con las mismas.
La lora de Cepeda y de Uribe, es la misma, como en la tonadilla infantil: a que te cojo ratón, a que no gato ladrón; los atornillados de siempre se victimizan como gais o como izquierdistas para no explicar su laxitud ética con las fuentes o sus comportamientos violentos en el ámbito privado; los fugados se disfrazan de víctimas políticas porque al fin de cuentas siempre será mejor ser perseguido que perseguidor; y para completar la repetición al infinito, ciertos inhabilitados y quemados en las urnas se reciclan en las primeras planas trayendo a colación amenazas, en este país donde una intimidación no se le niega a nadie.
Nos hemos vuelto súper informados, saturados por estas vías y también por las redes sociales y los medios digitales, con datos, cifras, fechas, incisos, cláusulas, citas, nombres, que no nos hacen más analíticos ni nos ayudan a tomar mejores decisiones. Porque a la manera de Nietzsche, “a determinada altura todo coincide”, y entonces la información deja de ser informativa y se torna deformativa.
Creemos que a mayor consumo de prensa, Internet, Twitter y Facebook, mejora nuestra capacidad de discernir, digerir, sopesar, comparar, optar, elegir. Pero no. Si seguimos así, inmersos en este maremágnum noticioso tan falto de criterio, más temprano que tarde padeceremos el síndrome de fatiga por exceso de información, IFS por su sigla en inglés, término acuñado en 1996 por el sicólogo David Lewis en un informe titulado Dying for information.
Esta fatiga se caracteriza por un estado psicológico de híper excitación y ansiedad que, al contar además, con la batahola informativa de Google y otros buscadores, lejos de tranquilizarnos ante la realidad fáctica, nos provocan miedo e inseguridad.
Incluso los medios de comunicación escritos se han vuelto reactivos, como si ya tuvieran el síndrome de fatiga por exceso de información; no hay tiempo de leer y menos de pensar, solo de pronunciarse. Como en la comunicación viral de los publicistas. Parálisis analítica.
Mi maestro de periodismo, Raúl Echavarría Barrientos, afirmaba que la sindéresis, esa capacidad de juzgar rectamente, es una obligación que nos pone a salvo de conclusiones distorsionadas.