Entropía
Un cambio en la imagen institucional del gobierno nacional anuncia que estamos enfilados todos por un nuevo país, como en su momento ocurrió en el gobierno distrital con su caballito de batalla Bogotá Humana.
Me temo que el nuevo lema del repitente nacional, es esquizoide, caótico, anárquico, inviable, insufrible, insoportable como lo ha sido el del alcalde mayor.
Ambos lemas se convirtieron en preludio del caos, que no es anarquía como creen los analfabetas funcionales, sino un interregno tan perfecto que resulta incomprensible para los ciudadanos de a pie, tan pluscuamperfecto, que es irreal, utopía no viable, entelequia, sueño en una noche de verano.
Si no podemos leer el nuevo país como lo anhelan los exégetas palaciegos, tal cual no pudimos comprender a la Bogotá Humana, quizás sea porque se trata de algo que los teóricos del caos como Lorenz, con su efecto mariposa, han denominado entropía.
La entropía es la tendencia universal de la energía a dejar de circular y aumenta conforme lo hace el desorden; además, es la medida de ese desorden, que no caos. Y sucede por esa manía que tienen los gobernantes de creer que son el centro del universo y que todo orbita a su alrededor.
Por ejemplo, antes de la presencia desastrosa de la izquierda en el Palacio de Liévano, la capital tenía bajo nivel de entropía; con Petro hemos alcanzado el súmmum, porque los sistemas aislados tienden a la entropía, según reza la segunda ley de la termodinámica. El nivel de entropía de Bogotá es directamente proporcional al tamaño del ego de Petro. Y él gobierna para su imagen en el espejo. Igual que Santos, que parece autista.
Basta leer la prensa para darse cuenta de que la entropía nacional y local se manifiesta en la poca fe que tenemos en las instituciones, el creciente nivel de pesimismo (por las negociaciones en La Habana, la movilidad capitalina, la inercia distrital), el odio de clases (la posibilidad de vivienda VIP en barrios estrato seis), el desperdicio de los recursos naturales (minería ilegal), la pérdida de soberanía (San Andrés y Providencia), la desmoralización (hay culpables que deben pagar, como Alfonso Plazas Vega, y otros gobernar, como los del M19), la corrupción privada (Interbolsa), la revictimización de las víctimas.
Deponer el ego y escuchar al otro son el antídoto contra la entropía gubernamental. Para que los lemas de Petro y de Santos sean algún día, más que cambio de ropaje.