Magis
Hay palabras cuyo eco resuena sin ton ni son, como una cantilena llegada al presente para ayudarme a comprender lo incomprensible; una de ellas, magis, proviene de mi remota infancia, escuchada de boca de dos de mis tíos jesuitas, los padres Mario y Óscar Mejía Llano quienes años después serían respectivamente rectores de los colegios de San Ignacio, en Medellín y Berchmans, en Cali.
Cuando una situación no era proba, un dirigente optaba por la medianía o un líder no daba lo esperable, los sacerdotes afirmaban que en sus acciones había faltado un poco de magis.
Esta palabra se quedó engavetada en mi cabeza y nunca traté de descodificarla, entenderla o usarla. Hasta ahora que de nuevo, como cada tanto, estallan escándalos en los que están involucradas personas que podrían haber hecho la diferencia, en reciprocidad con lo mucho que la vida les dio, sea por origen, formación u oportunidad.
Magis, que significa más, en latín, es un término propio de la espiritualidad de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. A menudo la utilizamos en palabras derivadas, como magisterio, clase magistral o magíster; pero quizás sin detenernos en su significado: aumentar las propias competencias para ponerlas al servicio de los demás, hallando así la realización, la trascendencia y hasta la felicidad.
Pero qué les va a importar a muchos de nuestros empresarios de viejo y nuevo cuño, a las mal llamadas figuras públicas, a los autoproclamados líderes y a los gobernantes de turno el magis jesuítico cuando su inspiración es El Príncipe de Maquiavelo que enseña a adquirir, retener y ejercer el poder, con todas sus gabelas, a como dé lugar.
El magis no es un más acumulativo. Se diferencia de la competencia y la competitividad, de la eficiencia y la eficacia, porque obliga a la reflexión diaria de los quehaceres, muy a la manera de los estoicos, no sólo para encontrar oportunidades de mejora para uno sino ante los demás.
Lo acaecido con el Space y otras construcciones de los Villegas Moreno; la mensualidad de Rodrigo Jaramillo Correa, cabeza de Interbolsa, mientras zozobraba la plata ajena y la auto-victimización de Viena Ruiz, esposa de Juan Carlos Ortiz, uno de los artífices de la debacle de esta financiera, me ratifican que más que un MBA, una buena cuna, un mentor o una oportunidad a la medida, esta gente que satura los medios de comunicación precisaba un poco de magis.