ADRIANA LLANO RESTREPO | El Nuevo Siglo
Viernes, 4 de Julio de 2014

Fortaleza

 

El desempeño de nuestra selección de fútbol nos ha traído hasta Fortaleza y hoy sabremos si avanzamos a semifinales, para dicha de un país y como reconocimiento a que hay otras maneras de jugar.

Acostumbrados como país a los individualismos, a los figurines y hasta a los “mesías”, creímos que sin Falcao no haríamos nada, pero nos fuimos dando cuenta de que la fortaleza de la selección se explica por la sinergia del colectivo y el liderazgo compartido. Aunque hay “jamesmanía”, el sentimiento generalizado es que amamos a la selección, de manera integral.

Como equipo, estos chicos nos han mostrado que el éxito no se opone a virtudes poco practicadas por nuestros políticos, como la humildad, la solidaridad, la generosidad, el respeto, la tolerancia, tanto entre compañeros como frente al rival en la cancha. Con su comportamiento predican que no hay espacio en el fútbol para quienes no respetan al adversario.

La reelección de Santos nos dejó el ánimo apaleado; unos fueron vencidos, otros se supieron vencedores y otros a displacer, se acomodaron;  llegó el Mundial y todos nos sentimos hermanados. Otra fortaleza de nuestra selección: su poder integrador.

El idioma del fútbol lo habla todo el mundo, porque el fútbol es integración, como me explicó hace un par de años Christian Ortiz Matallana, joven internacionalista del Centro Carter; integración que pasa por varias dimensiones: “la política; la institucional; la social y cultural; y la de las identificaciones individuales y colectivas”. El eco de esta integración, va de la grama a las gradas del estadio y de allí a la vida cotidiana.

El fútbol, a diferencia de nuestra política, también es encuentro. Los estadios son el ágora moderna. Y allí tiene voz la diferencia. Cada selección es embajadora de su tierra. Pero la nuestra, lo es de credos particulares, de multiculturalidades, de un país que se asoma a las bondades del juego limpio, hastiado del berenjenal ético y estético de la pasada contienda política.

Lo que expresan tras cada triunfo, la manera como celebran, me revelan que la fortaleza más grande de la selección es el entusiasmo, entendido a la manera griega, como inspiración divina, que es mucho más que religión: es conciencia histórica.

Ojalá tengamos la fortaleza para entender las lecciones que James, un muchacho de 22 años, nos dio tras el triunfo frente a Uruguay: “Yo soy uno más, sólo quiero ayudar para que el equipo gane, para que Colombia llegue lejos”.