EL SEPTIMAZO
Incomprendido
“SIENTO que estoy haciendo lo correcto, aunque muchas veces me siento incomprendido” dijo el Presidente Santos en entrevista de la semana pasada a El País de España.
Quedé triste. Yo, que no obstante la acuciosa lectura del libro de Amos Oz todavía no digiero la figura de Judas, quise abrazarlo, movida por ese prurito maternal que a veces me invade aunque la mayoría de las veces soy una fiel émula de Herodes.
Como una surrealista trasnochada recordé en automático la oración de San Francisco: “Oh divino maestro/ haz que no busque ser consolado sino consolar/ que no busque ser comprendido sino comprender /que no busque ser amado sino amar/ porque dando es como recibimos/ perdonando es como tú nos perdonas”.
A mí me da mucha pena, como solía decir Santos cuando creía que era periodista; pero me atrevo a decir que la épica frase no fue dicha con aflicción ni humildad, sino con desprecio por nuestra capacidad de análisis y con megalomanía.
Según Santos “la mala percepción que tiene la gente sobre el pacto que se ha venido estableciendo con la guerrilla tiene que ver más con una mala interpretación que con una verdadera desaprobación hacia la paz”. Habla desde el desprecio por el país que gobierna; nos instala en una minoría de edad kantiana que nos impide pensar o hacerlo en contravía del pensamiento institucional; tanto comprendemos el contexto, que lo hemos castigado en las encuestas.
Es que la incomprensión lo pone al lado de líderes mayúsculos como Bolívar y Kennedy que nunca fueron entendidos por sus contemporáneos y solo la Historia les dio el lugar que merecían; Santos aseguró (El Espectador, 2010) que al final de su periodo a él, como a Roosevelt, lo considerarían “un traidor de su clase”; la frase no pasa de ser un chiste cachaco, porque lo suyo con las Farc no es ni de lejos una “revolución pacífica llevada a cabo sin violencia, sin el derrumbe del imperio de la ley y sin la negación del derecho equitativo de todo individuo o clase social".
Para ser comprendidos no basta con dar explicaciones racionales; la lección histórica del Presidente Uribe fue mostrarnos que nos conectamos con el corazón, pero no con el de un homo ludens que para acercarse al otro se pone camisa de homo faber con logo presidencial, mientras desconoce las penurias, luchas y trajines cotidianos de quienes lo eligieron.
Santos es quien nos debe comprender a nosotros; no al revés.