Adriana Llano Restrepo | El Nuevo Siglo
Viernes, 5 de Junio de 2015

EL SEPTIMAZO

Mínimos

Desde  hace un par de semanas martilla en mi cabeza una frase dicha por Uribe a propósito del proceso de paz de Santos y transmitida al mundo por periodistas de la Agencia EFE: “tiene una falla ética”, lo cual es más que cierto a la luz de Aristóteles en cuya Ética a Nicómaco se afirma que todos los elementos valiosos tienen un límite, el cual, si es excedido, como parece estar sucediendo en La Habana, “los convierte en peligrosos” y dejan de ser buenos, en sentido extra moral, ya que “las acciones tienen un fin y para que sean virtuosas hay que introducir la obligación ética”.

Uribe también expresó que para que las conversaciones de paz fueran legítimas se requería un “mínimo ético”, que no significa como creyeron sus detractores, un reduccionismo de la ética, ya que esta no admite matices; uno no puede ser medio honrado o medio ladrón. Es o no es, en cualquiera de los dos casos. 

De mínimo ético habló en el siglo pasado el filósofo inglés Jeremías Bentham y su teoría fue desarrollada por varios juristas entre los cuales figura el alemán Georg Jellinek quien explicó que es el derecho el que representa el mínimo ético requerido para que la sociedad no zozobre, pero que como todo mundo no está dispuesto a cumplir ese mínimo de manera espontánea, se debe castigar con mayor rigor cualquier transgresión a ese mínimo “indispensable para la paz social”.

Como no soy abogada, este mínimo ético se me vuelve un galimatías. Para entender mejor lo dicho por Uribe, prefiero pensar en la Ética de Mínimos de Irving L. Horowitz, sociólogo neoyorquino pionero de la filosofía de la paz, que en colombiano sería muy parecida a los acuerdos sobre lo fundamental que preconizó a lo largo de su vida Álvaro Gómez Hurtado, una rama de la Filosofía que tiene que ver con el deseo colectivo de encontrar aquellos elementos básicos en los que todos podemos estar de acuerdo y que posibilitarían la tolerancia de un proceso que desde el deber ser kantiano es bueno, pero que se ha vuelto intolerable para muchos, al ver precisamente que no hay unos mínimos no negociables que aseguren la vida democrática y la convivencia en el posconflicto.

Son los mínimos aducidos por Uribe los que nos pondrán a salvo de la postración del Estado, el cinismo de las Farc, el derrotismo de la oposición y el triunfalismo del Gobierno.