“El Gobierno de Colombia y las Farc-EP, con el ánimo de consolidar aún más las bases sobre las que edificara la paz y la reconciliación nacional, una vez realizado el procedimiento de refrendación, convocaran a todos los partidos, movimientos políticos y sociales, y a todas la fuerzas vivas del país a concertar un gran Acuerdo Político Nacional, encaminado a definir las reformas y ajustes institucionales necesarios para atender los retos que la paz demande, poniendo en marcha un nuevo marco de convivencia política y social.”(A.F, pag7)
El mandato explícito en el anterior párrafo del Acuerdo Final abre nuevamente la oportunidad para que todas las fuerzas democráticas concurran en el fortalecimiento del proceso de paz con las Farc. Luego de las conversaciones a que dio lugar la victoria del No en el plebiscito, se respiraba un aire de optimismo y se veía posible un consenso que ambientaría la tolerancia y el entendimiento en torno al fin del conflicto armado. El Presidente Santos, al aceptar democráticamente el resultado de las urnas, se colocaba en el pedestal propio de los estadistas. Ahora bien, no hay claridad ni en la causa ni en el momento en que se rompió el encanto. La notificación desde La Habana de que el nuevo acuerdo era inmodificable aceleró la crispación, a la que se sumó la negativa de las Farc a conversar con el expresidente Álvaro Uribe. Más que una altanería fue un error político difícil de enmendar. Las Farc dieron un salto de la violencia armada a la intolerancia política, que retrata su deliberada ignorancia de los comportamientos civilizados.
Cuando se lean estas líneas ya el Presidente de la República, Juan Manuel Santos, habrá recibido en Oslo el Premio Nobel de la Paz, más que merecido por su perseverante esfuerzo por dejar atrás y para siempre tantos años de incertidumbre y sangre que se ensañaron en el pueblo colombiano. Por eso, la comunidad internacional unánimemente lo respalda y lo exalta.
Su tranquilo espíritu batallador no debe permitirse sosiego hasta lograr el reconocimiento, también unánime, de sus compatriotas. Le toca ya, como Jefe de Estado, utilizar todas las artes de la persuasión política para hacerse entender de sus enconados adversarios y convencerlos de participar en la tarea de afianzar la paz en Colombia, en el marco de un gran Acuerdo Político Nacional.
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Convención azul
Con asistencia de más de cinco mil delegados se reunió la Convención del Partido Conservador. Los congresistas movieron sus bases y dijeron con autoridad: ¡Aquí estamos! Más allá de los aplausos y abucheos propios de todo evento político se debatió con ardor y se votó copiosamente.
Es un partido con ganas de futuro, con muy buenos candidatos presidenciales (Marta Lucía, Ordóñez, Cárdenas, J.C Restrepo), con coroneles en ascenso y sin jefe reconocido. Faltó el expresidente Andrés Pastrana, jefe natural, con prestigio renovado. -¡Es decir, hay un partido sin jefe y un jefe sin partido. Es hora que se reencuentren!-