En medio de la protesta social que está viviendo Colombia, muchos se han rasgando las vestiduras saliendo a vociferar que hay que salvar al país de lo que está sucediendo. Llama la atención que quienes hacen ese llamado lo hacen sin antes haber reconocido sus fallas. Para solucionar cualquier conflicto lo primero es hacer un acto de contrición. Pero somos expertos en no explorar nuestras faltas, nos encanta culpar a los otros, en vez de preguntarnos ¿Qué hemos hecho desde un lugar de privilegio para que estemos viviendo este estallido social?
El episodio de la revista Semana, en donde un grupo de manifestantes tiñen de rojo su fuente es un llamado precisamente a eso. Hay quienes lo llaman un acto vandálico y desadaptado, yo lo veo como una intervención, un performance que busca a través de un grito desesperado evidenciar lo que está pasando en el país. El arte juega un papel fundamental en la construcción de memorias colectivas, en contextos de conflicto armado, dictaduras y represión política buscando la reflexión para generar cambios.
Es fuerte y doloroso para los trabajadores de la publicación, pero se debe entender que eso hace parte de la manifestación social. De una ciudadanía que reclama sobre las formas que ha tomado la revista, la más emblemática del país. Por eso como periodistas, antes de salir a quejarnos y estigmatizar a quienes desde su juventud intentan hacer parte de la transformación de una sociedad, reflexionemos con humildad sobre lo qué hemos hecho y cómo hemos contribuido a la situación actual del país.
Antes de publicar artículos y estigmatizar periodistas como lo hizo Semana con Mauricio Alvarado, fotógrafo de El Espectador, se debería ser autocrítico y buscar entender el por qué de esa reacción. No se puede creer que se actúa sin consecuencias, toda acción lleva a una reacción. ¿Cuál ha sido su actuación para generar esa reacción?
Tal vez algunos ciudadanos consideran que ha habido abusos de aquellos medios, cada vez menos poderosos, pero aún con influencia, de crear una narrativa a favor de una corriente política y un gobierno. Por eso, antes de salir a quejarnos y echarle la culpa a otro, el llamado es a revisarnos.
Desde que Semana tomó un nuevo rumbo, diferentes sectores del periodismo han hecho críticas sobre el impacto negativo que tendría en la sociedad y la democracia haber optado por esas formas. No se trataba de una animadversión personal, como lo quisieron mostrar desde la publicación, sino de un llamado de atención que se da dentro de cualquier disciplina para el crecimiento de la misma. Tristemente, en su momento la soberbia no permitió un debate necesario del oficio.
Por eso, acusar a un fotógrafo y estigmatizar a un medio por retratar la realidad, es seguir en la desconexión y en la soberbia. Es no entender al arte como testigo de la historia y no comprender lo que vivimos. Hay una ciudadanía que se tomó las calles para transformar al país y eso nos incluye a nosotros los periodistas. Cómo dijo Yolanda Ruiz: “Días retadores en lo personal y en lo profesional. Hay que aprender y desaprender. Escuchar lo que nos está diciendo la sociedad. Vivimos momentos de transformación y esto tiene que ver con la manera como hacemos periodismo también”.