La vida es sabia, sin duda. Esa vida que va mucho más allá de lo que percibimos con los sentidos. La que se manifiesta de múltiples maneras, en muchas dimensiones, muchos espacios y muchos tiempos.
Lo que nos ocurre en la cotidianidad no es casual: por el contrario, cada evento tiene un sentido profundo, que estamos llamados a identificar, nos guste o no lo que suceda. Sin importar cómo se manifiesten nuestros egos ante lo que vivimos, lo cierto es que cada vivencia encierra un aprendizaje que, si identificamos, nos ayuda a nuestra evolución, tanto individual como colectiva. ¿Cómo reaccionamos ante los errores del otro? ¿Cómo, ante los propios? Lo podemos hacer desde la rabia, la indignación y el miedo o una mezcla de los anteriores. Todo ello hace parte de la experiencia humana. ¿Aprendemos con ello? Posiblemente no, pues esas emociones nos conducen por una espiral descendente que conlleva castigo y fragmentación. Eso es lo habitual y de ello ya tenemos bastante.
¿Cómo podríamos darle la vuelta a esta situación, para aprender y evolucionar? Lo primero es aceptar lo que pasó. Sí, algunas cosas son más difíciles que aceptar que otras y cada persona tiene su propia escala, que va desde lo tolerable hasta lo “imperdonable”. La aceptación es fundamental para salir del ciclo que nos conduce al caos y así generar nuevas dinámicas que nos permitan avanzar. Sí, nos hirieron, nos lastimaron, nos ultrajaron. Ya pasó, no podemos cambiar la historia. Si bien es legítimo estar furiosos, indignados y temerosos, necesitamos desidentificarnos de esas emociones para poder avanzar. No somos nuestras emociones, somos mucho más que ellas; así que podemos dejar que emerjan en nosotros, habitarlas por un rato y soltarlas. Reconocer que somos totalidades, sin fragmentaciones, al igual que aceptar la existencia con todo lo que trae. Cuando aceptamos todo cual es, sin resistencias, salimos del pasado y nos ponemos en presente, el tiempo en el que podemos hacer las transformaciones.
Todo cambio requiere insumos. En este caso, con lo que contamos es aquello que nos ocurrió, así como las emociones que nos visitaron a causa del error humano. La transformación se da cuando podemos aprender de la experiencia, ojalá sin juzgarla ni de buena ni de mala. Quitar las etiquetas nos ayuda tanto a desidentificarnos de la emoción, como a avanzar en el reconocimiento de los aprendizajes posibles. Podemos aprender a soltar la rabia para abrazar la comprensión de lo sucedido e identificar dónde nos faltó poner límites; aprender a cambiar la indignación por compasión; y a pasar del miedo a la confianza en el proceso de la vida. Todo se resuelve, incluso la muerte, que es la puerta para el regreso a casa.
@edoxvargas