MEJOR pasar las 12 páginas agridulces de este año y abrir nuevo libro 2020 para remover odios y reencontrar el amor.
En plena alegría para unos y sinsabores para otros en estas navidades, más que un balance del país político y económico, mejor hacer un corte de cuentas sobre sociedad enfermiza que alentamos.
El año cierra decorosamente en el frente económico con recuperación en industria, comercio y agroindustria, pero modestamente en empleo, reducción de la pobreza e ingresos de hogares.
Pero más que un crecimiento arriba del 3% este año y una encumbrada economía naranja y floreciente emprendimiento, hay un saldo en rojo en la relación entre colombianos.
El déficit en cuenta corriente, el desfase entre exportaciones e importaciones y el aumento del contrabando y la evasión fiscal, son inferiores al deterioro de nuestros principios y valores.
Les va bien al café de Colombia, a floricultores y a cultivadores de aguacate que hoy ponen en su mesa consumidores del mundo, les va regular a pensionados y usuarios de la salud; pero nada comparable con lo mal que nos va en materia de solidaridad, tolerancia y respeto.
Hay más recursos para educación pública, más acceso al crédito bancario con tasas de interés relativamente asequibles; pero al mismo tiempo, hay un cortocircuito en la comunicación entre ciudadanos.
Este 2019 termina con sabor amargo en la manera de dialogar entre ciudadanos.
No conversamos, discutimos. No escuchamos, imponemos. No aceptamos, renegamos. No orientamos, agredimos.
Hay un fusil puesto en el lenguaje cotidiano.
Hay ametralladoras que disparan veneno en diferencias cotidianas del colombiano.
Clase dirigente arrogante, lejana, oportunista, ofensiva y pedante.
Políticos revestidos de odio, revancha y agresividad.
Nuestro vocabulario se resume a insultos, matoneo y desprecio en redes sociales.
Las cartas de amigos, tertulias literarias, espacio a la cordialidad y el buen trato en casa y afuera, se trasladó al Twitter.
Trinos en el celular remplazaron el abrazo, el encuentro, el beso, la amistad y compartir un café.
Ya pocos escriben para agradar o elevar ánimo del otro. Ahora abundan el maltrato y la descalificación.
El país atraviesa un espinoso camino de confrontaciones.
La nación experimenta un fuego cruzado a diestra y siniestra.
Se armaron los espíritus y cuesta apaciguar, ceder, entender, perdonar y reencontrarse.
Hay reencuentros que no se dan por la fobia del desprecio al otro.
Corrupción, inseguridad, guerrillas, secuestro, extorsión y las dificultades para compensar a los más pobres de la gran deuda que con ellos tiene el Estado; nos volvió groseros, altaneros y unos fosforitos que encienden con cualquier diferencia.
Colombia concluye nuevo calendario inmerso en rebeliones sociales, descontentos populares, sacrificios, incertidumbre tributaria, pensional y laboral.
Iniciará un nuevo año con el clamor de las gentes buenas por volver a lo de antes; a un país generoso, solidario, creyente, emprendedor, amistoso y tolerante.
Que PIB de la amistad, amor y comprensión crezca tanto que nos vuelva a unir.
Ya vienen 2020 razones para ser mejores personas. Colombia lo necesita.