Día de la Virgen de Fátima. Hoy se congregan millones de católicos en el mundo, convocados por Mater Fátima Internacional, para rezar el rosario. El epicentro será el Santuario de Nuestra Señora de Chiquinquirá.
¿Qué significado y alcance tiene que millones de personas, en común unidad de almas, pidan la intercesión de la Santísima Virgen por la santidad de la Iglesia, el fin de la pandemia y por Colombia? Que esta lucha para combatir el espíritu del mal tiene una guerrera a la cabeza, al frente. Que no lograrán desterrar la fe, enraizada en lo más profundo de nuestras entrañas y que el poder de la oración desarma los espíritus que buscan sembrar odio y destrucción en nuestro país, vengan de donde vengan.
No estamos solos. La fe convoca, une, organiza, lidera, combate, acompaña, sana, consuela y vence. Son los batallones de paz que, sin violencia, sin armas y sin derramar una gota de sangre, impedirán que Colombia sea arrastrada al ateísmo materialista. Ahí precisamente ahí, en la fe, está el muro de contención para la avalancha de violencia que amenaza con arrasar, aislando a los individuos, cercándolos por el miedo y desconectándolos de la confianza en sus autoridades, para que experimenten abandono y desprotección.
Toda esta operación política de destrucción catapulta valores trascendentes que empoderan y organizan para buscar que prevalezca el bien sobre el mal, la reconciliación sobre el odio, la justicia social contra las desigualdades históricas. Sin embargo, ser orante no es ser bobo. Ser oveja no es regalarse al lobo. Ser católico no es sinónimo de ingenuidad o ideologización. Desear la paz no es dejarse manipular, ni entregar principios.
En nombre de Jesús, nos pretenden arrebatar a Jesús. Lo presentan justificando luchas armadas en la supuesta defensa de los intereses de los más débiles, mientras usan la población para fortalecer el negocio del narcotráfico. No he logrado entender qué papel juegan sectores de la Iglesia, matriculados abiertamente con quiénes siembran terror, estando el narcotráfico de por medio. ¿Qué pasaría si Colombia acepta el comunismo, llamado hoy socialismo del siglo XXI, como forma de gobierno? Que el primero en desaparecer será Dios. Y vendrá la persecución religiosa.
En Colombia estamos padeciendo un profundo desencuentro con nosotros mismos. Urge educación sicológica y espiritual. La violencia enfermiza no se puede mimetizar tras las justas reivindicaciones sociales.
Pidamos hoy a la gran intercesora, que desarme los espíritus del mal y nos traiga paz y equidad social a estas tierras cansadas de sepultar a sus hijos. Como toda gran obra “Mater Fátima” nació en humildad. En el corazón de un sacerdote mexicano, el padre Héctor Ramírez, secundado por dos valientes colombianas. Comprendió que el mensaje entregado por la Virgen a los pastorcitos de Fátima, hace más de 100 años, aun no había sido escuchado. Asegura el sacerdote que es necesario aprender a leer los signos de los tiempos y que el miedo que experimenta hoy Colombia no viene de Dios. “Nos están manipulando con el miedo, porque el comunismo ateo se quiere tomar Colombia. Los errores de Rusia siguen flagelando al mundo hoy. Están vivos, están vigentes, no han desaparecido”.
Roguemos para que este tercer rosario mundial desde la sede de la Patrona de Colombia en Chiquinquirá, sosiegue los espíritus y nos conduzca a un encuentro entre hermanos.