Colombia: una radiografía actual | El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Agosto de 2011

El debate sobre las reformas es bueno, sobre todo por el destape de los problemas. El ejercicio debería producir, por tanto, un sinceramiento social. Así se muestra, a diferencia de lo que creemos, que no somos el ombligo del mundo. Pero tampoco la cloaca generalizada que algunos pretenden (aunque ciertamente muchas cosas sean fétidas).


Dentro de los problemas están los agudos, que amenazan con ser crónicos, fruto de un país sometido a la violencia, las corrup-telas y el narcotráfico durante décadas. La lucha contra la co-rrupción, cuyas manifestaciones venían prosperando por encima de lo común (que ya era malo), sigue siendo el baluarte para re-cuperar confianza e institucionalidad. La violencia, pese al embate sin fin, no pudo enquistarse como base del carácter colombiano, aunque ha dejado una estela de hostilidad individual y colectiva sobre la que hay que trabajar (¡no sólo es el “Bolillo, desde luego!). Y el narcotráfico ha cedido, inclusive suplantado por México, pero sigue siendo el combustible de muchos males, amenaza para el Estado, distorsión de la política e infausto teatro de movilidad social. Parte del crecimiento económico se debe a ello, arrostrando en el trasfondo graves cargas éticas, criminales y ecológicas. Más de 29.000 homicidios (17.000 descontando ac-cidentes de tránsito, suicidios y similares, de acuerdo con datos de Medicina Legal de hace un mes), 18 billones de pesos en co-rrupción pública y privada (según la UIAF) y la producción de al-rededor de 400 toneladas métricas de cocaína anuales (aunque la Jife-ONU sacó a Colombia de la lista negra del narcotráfico), demuestran la magnitud de la erosión.


De otro lado están las reformas sobre otros aspectos apre-miantes de la sociedad (salud, trabajo, educación y justicia). La cirugía en el sistema de seguridad social ha descubierto el tamaño de la conspiración que existía contra los presupuestos. La hemorragia parece haberse superado, pero la intervención todavía no permite avizorar si se logrará la meta gubernamental, contradicha por los expertos como wishful thinking, de asegura-miento para todos y todas las enfermedades. Ante el trabajo, la ley de primer empleo ya fracasó, de suerte que no es dable con-tentarse con las exiguas estadísticas del DANE. La educación, a pesar de las cifras alarmantes y precarias de universidades com-petentes en nivel del exterior, acaba de sufrir un golpe frente al salto que se pretendía y quedó en saltico. La justicia se ha con-vertido en material de picotazos para los congresistas, pero el núcleo que es la descongestión y adecuación del aparato (se ne-cesitan 4.000 jueces más) está en veremos. En tanto, mejora la inversión extranjera, pero la industria presenta signos adversos y el mal índice de Gini se mantiene. Hay nuevo invierno y las loco-motoras permanecen estancadas.


Las reformas gustan porque han puesto cara a los problemas. Lo que no gusta es que pronto se evadan y tapen. Una cosa es el consenso y otra la transacción perpetua. Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre. JGU