Jueves, 8 de Septiembre de 2011
Los nuevos “inamovibles” y estrategias de Gobierno y Farc tienen a los plagiados y sus familias en el limbo. Cuatro razones básicas y la única salida.
“AAhora sí son verdaderos muertos en vida”. Esa fue la lapidaria frase de la hermana de uno de los 16 militares y policías secuestrados por las Farc, algunos de ellos hace más de trece años.
La dramática percepción no es gratuita. Luego de que en los ocho años del mandato Uribe no hubiera mes en que Gobierno, guerrilla, mediadores y comunidad internacional hablaran de la liberación de los dirigentes políticos y uniformados cautivos, tras el relevo en la Casa de Nariño y el replanteamiento estratégico de las Farc prácticamente el tema del acuerdo humanitario salió de la agenda nacional.
¿Por qué? Hay cuatro razones principales que explican esa situación. La primera se refiere a que Juan Manuel Santos, bajo cuya titularidad en el Ministerio de Defensa se llevó a cabo la famosa Operación Jaque, ya como Presidente de la República no se ha dejado poner contra la pared con el tema del ‘canje’.
Desde el mismo día en que asumió el poder, el Jefe de Estado fue tajante en su advertencia: cualquier posibilidad de diálogo con la guerrilla está supeditada a que liberen a todos los secuestrados, renuncien al plagio, el terrorismo, el narcotráfico, la extorsión y la intimidación a civiles.
Y en esa tesis se ha mantenido en este primer año de mandato, pese a que tanto la ex senadora Piedad Córdoba, el grupo Colombianas y Colombianos por la Paz (CCP) así como desde la orilla de la propia Iglesia, han tratado de abrir senderos de mediación o facilitación para indagar nuevas fórmulas para recuperar a los secuestrados. La respuesta del Ejecutivo ha sido la misma: nadie está autorizado a hablar con las Farc y éstas deben liberar secuestrados sin condicionamientos.
En segundo lugar, la forma tajante y enfática en que Santos ha mantenido “cerrada la puerta” para hablar con la guerrilla, terminó por convencer a regañadientes a las Farc, con Alfonso Cano a la cabeza, de que, a diferencia de lo que pasó con Uribe, será muy difícil poner contra la pared a este Gobierno con la presión del “canje”.
Prueba de ello es que en los últimos comunicados y pronunciamientos de la guerrilla, el asunto de la negociación de la libertad de los secuestrados pasó a un segundo plano, y la prioridad ha sido plantear la posibilidad de un diálogo de paz. No hay que olvidar que en el gobierno Uribe, la guerrilla insistía en que primero debería darse el canje, y que éste debería servir de puente o abrebocas a una eventual conversación preliminar en busca de una salida negociada al conflicto o de la humanización del mismo.
Salió de la agenda
El tercer elemento que explica por qué el drama de los plagiados pasó a un segundo plano tiene que ver con el impacto del mismo en la opinión pública.
Sería ingenuo desconocer que tras operaciones como Jaque (julio de 2008: rescatados Ingrid Betancourt, tres norteamericanos y 11 uniformados) y Camaleón (junio de 2010: rescatados el general Luis Mendieta y tres uniformados más), el “infierno en vida” que está viviendo el resto de militares y policías plagiados perdió peso en la agenda noticiosa nacional.
Así sea muy crudo advertirlo y resulte abiertamente injusto e indolente con quienes quedan secuestrados y el interminable dolor e incertidumbre de sus familiares y allegados, es obvio que sin la preocupación internacional por el caso de Ingrid o los contratistas estadounidenses, y sin tener ya cautivo a un general como Mendieta, el caso de los plagiados por las Farc perdió muchos ejes de presión tanto en el país como el extranjero.
Y esa situación no cambió pese a que las Farc liberaron en febrero pasado, sin contraprestación alguna, y como una especie de acto de ‘desagravio’ a Córdoba (tras ser destituida de su cargo de Senadora por la Procuraduría por sobrepasarse en los acercamientos con las Farc), a los concejales Armando Acuña y Marcos Baquero, el infante de Marina Henry López, el mayor Guillermo Solórzano y el cabo Salín Sanmiguel.
Ello explica por qué los esfuerzos de Córdoba, el grupo CCP y la misma Iglesia, así como las caminatas y ruegos públicos de los familiares de los plagiados, poco impacto han tenido en la opinión pública e incluso en los mismos medios de comunicación.
Si bien es cierto que Córdoba anunció que antes de agosto ella confiaba en que todos los plagiados serían entregados por la guerrilla, lo cierto es que ello no ocurrió y el tragedia de los secuestrados y sus familias continúa.
¿Qué hacer?
Sacar del limbo las gestiones para recuperar a los 16 militares y policías no es fácil. El Gobierno, que tras un alud de críticas acaba de ordenar un ajuste de la estrategia militar para contrarrestar el rebrote terrorista de las Farc, no parece dispuesto a negociar una liberación, e insiste en que sean entregados sin contraprestación alguna.
La guerrilla, débil en lo militar y sin margen alguno de vocería política, tampoco pareciera querer perder la carta de los canjeables, así ésta ya no sea tan efectiva para presionar al Ejecutivo.
Mientras ese escenario se mantenga será muy difícil que cualquier mediación nacional e internacional funcione.
¿Entonces? La única alternativa viable sería que desde distintos sectores se maniobrara para volver a poner el drama de los secuestrados entre las prioridades de la agenda nacional. Y ello implica no sólo que los familiares sean más activos en sus campañas por la liberación, sino que la prensa les dé mayor eco mediático y se generen símbolos que impacten y se posicionen a la opinión pública y presionen al Gobierno y las Farc a dejar sus nuevos “inamovibles”.
Preocupa el bajo perfil de todos los ex secuestrados que, al momento de recobrar su libertad, dijeron que trabajarían sin descanso para recuperar a los que quedaban en la selva. En realidad, pocos han cumplido esa promesa. Urge que asuman el compromiso de forma activa y decidida.
A menos que se produzca un nuevo y milagroso rescate, sólo si el drama de los plagiados vuelve a posicionarse como prioridad nacional, ellos dejarán de ser “muertos en vida” en la selva, en manos de una guerrilla deshumanizada, criminal y bárbara que hizo de la libertad de inocentes ‘un botín de guerra’ y, por lo mismo, hoy es considerada nacional e internacionalmente como una organización paria…