Muchas son las incógnitas que se abren después del gigantesco triunfo de Donald Trump en las elecciones estadounidenses, sobre las relaciones con Colombia.
A primera vista, parece evidente que en todo caso se sufrirán algunas modificaciones, pese a que algunos analistas dicen que no habrá mayores cambios y que, por lo demás, Colombia no fue mencionada una sola vez en los discursos de Trump durante la campaña.
Basta recordar, sin embargo, y a manera de anécdota, que tal vez la única mención que se dio fue la polémica creada por los comentarios del entonces precandidato republicano sobre los inmigrantes latinos, que fueron replicados por la entonces Miss Universo (concurso del cual Trump era dueño) Paulina Vega, de nacionalidad colombiana. Ella criticó los señalamientos del magnate a los mexicanos y latinos, y este la llamó “hipócrita” por no haber cedido la corona.
Posteriormente el precandidato fue cobrando fuerza en las primarias republicanas, ganó estas y, tras accidentada campaña, llegó a convertirse en presidente electo, dejando por el camino a más de una decena de candidatos en línea, siendo la última Hillary Clinton.
Hoy la pregunta es, mucho más allá de la anécdota de Miss Universo, ¿Cómo serán las relaciones del nuevo gobierno de EU con Colombia?
Toda una incógnita. En todo caso, el nuevo mandatario de los estadounidenses sostuvo el viernes pasado una conversación telefónica con el presidente Santos, en la que, según la Casa de Nariño, se acordó fortalecer la “relación especial y estratégica” bilateral.
En principio, ya se sabe que, por lo dicho por el embajador de EU en Bogotá, uno de los enlaces sobre el tema colombiano en el gobierno estadounidense será el exalcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani. Ha sido este, a no dudarlo, uno de los baluartes principales de la campaña de Trump, ya que se mantuvo a su lado cuando un sector republicano se apartó de su candidatura, inclusive algunos de ellos entrando a la campaña de Hillary, entre ellos la familia Bush, John McCain y Mitt Romney.
Factor Giuliani
Alcalde de Nueva York en la época de los ataques del 11 de septiembre de 2001 y previamente un fiscal de Distrito que llevó a la ciudad a mejorar ostensiblemente sus malos resultados en la lucha contra la delincuencia, Giuliani ocupará un alto cargo en la administración Trump. Muy posiblemente este sea el de Fiscal General de la Nación, es decir ministro de Justicia, aunque también suena para la Secretaría de Estado o la de Defensa.
Guiliani, a sus 72 años, es un gran conocedor de Colombia. En varias oportunidades ha dictado conferencias y ha sido habitual invitado a la Cámara de Comercio de Bogotá.
Dentro de sus opiniones estaba, hace un par de años, la de que Colombia había mejorado ostensiblemente sus indicadores de confianza, habiendo bajado de manera evidente el rubro de homicidios y de secuestro.
Siendo uno de los grandes expertos mundiales en seguridad, Giuliani consideraba que Colombia se había recuperado de ser un ‘estado fallido’ y en ello le daba un aspecto preponderante al Plan Colombia, lo mismo que a la mejora del entorno para generar nuevos negocios y un buen intercambio entre los empresarios.
En ese sentido, sin que desde luego esté confirmado oficialmente, puesto que hasta ahora Trump está confeccionando su gabinete y las personas que harán parte del empalme, la aproximación al país será por la vía de la seguridad y la reducción de los cultivos ilícitos, tema en el que en varias ocasiones, en Bogotá, recabó Giuliani.
Auge de narcocultivos
En tal sentido, no son ciertamente buenos los índices que actualmente las autoridades estadounidenses han venido presentando sobre el auge de los cultivos ilícitos en Colombia, después de 2013.
En esa época los narcocultivos rondaban las 49 mil hectáreas, luego de las intensas campañas de fumigación aérea y algunos elementos de desarrollo alternativo.
No obstante, a partir de que el gobierno Santos suspendiera, en 2015, el uso del glifosato en las aspersiones aéreas y no utilizara de sustituto ningún otro fungicida, los sembradíos ilícitos se han disparado hasta 159 mil hectáreas en ese año y algunas autoridades estadounidenses aseguran que a diciembre de este año la extensión podría crecer hasta las 200 mil hectáreas.
Si bien el gobierno Santos modificó las cláusulas del Plan Colombia, en febrero pasado, en un acuerdo con el ahora mandatario saliente de EU, Barack Obama, a fin de dedicar esos recursos principalmente para el denominado posconflicto, es posible que ello sea nuevamente replanteado en los inicios de la administración Trump.
Por lo pronto, la ley correspondiente está presentada al Congreso norteamericano, donde, como se sabe, en una declaración bipartidista de los voceros parlamentarios de ambos partidos, meses atrás, se sostuvo que aprobarían la partida siempre y cuando dentro de los acuerdos de La Habana, entre el gobierno Santos y las Farc, no se evadieran los términos de la justicia y no se diera vía libre a la impunidad.
La cifra de aporte de EU al Plan Colombia (rebautizado como Plan Paz), de unos 400 millones de dólares, está pendiente de discusión en el Congreso, pero ahora después de dos temas básicos: primero, la derrota del Sí en el plebiscito colombiano y, segundo, el triunfo de Trump en las elecciones presidenciales.
Aquí hay un elemento que debe tenerse en cuenta: el influyente senador por La Florida, Marco Rubio, que colaboró en la sorprendente victoria de Trump en ese estado, ha sido bastante crítico de los acuerdos de La Habana. Será una voz a tener en cuenta, en el Congreso de Estados Unidos, cuando se entre a discutir la ley correspondiente.
En el entretanto, el presidente Santos adelanta una serie de ajustes a los denegados acuerdos de La Habana, pero todavía está pendiente el panorama final. De allí que esas reformas serán clave para cuando el Congreso estadounidense aborde el tema de los aportes al Plan Colombia.
Enfoque antidrogas
En los años noventa, Trump se mostró partidario de revisar la posibilidad de la descriminalización de la marihuana, pero durante la campaña sostuvo que este no era el momento y que las decisiones al respecto debían tomarse estado por estado. Es decir: se mostró opuesto a adoptar una decisión federal al respecto.
Desde el punto de vista de la marihuana para uso medicinal, el nuevo presidente estadounidense, en la campaña, dijo que había temas empresariales interesantes en la materia, en algún estado, con inversiones por mil millones de dólares, pero se abstuvo de comentarlo más a fondo.
En el caso colombiano la marihuana de uso medicinal acaba de ser aprobada por ley pero las patentes aún están pendientes, al igual que los mecanismos de siembra y comercialización. Algunas empresas internacionales se han mostrado interesadas en la materia, pero el tema está todavía en veremos.
Como se sabe, el presidente Santos, desde 2012, ha sido uno de los primeros mandatarios latinoamericanos en insistir en la necesidad de un nuevo enfoque global en la lucha contra el narcotráfico. Los avances no han sido muchos pese, incluso, a que se citó una sesión especial de la ONU al respecto. En ella, el resultado fue delegar la discusión en una comisión, de manera que hechos concretos aún no hay.
Pocos saben que el tema del alcohol como el de la droga es particularmente sensible a Trump. Uno de sus hermanos murió a los 43 años por efectos del alcoholismo y considera el licor un veneno corrosivo. De hecho, Trump no toma ni tampoco fuma.
Lo que es evidente, incluso con la administración saliente de Barack Obama, es que los Estados Unidos han venido enviando mensajes en el sentido de que no están de acuerdo con el inusitado incremento de los cultivos ilícitos y el aumento de las toneladas métricas de exportación de cocaína que, según la opinión de altos funcionarios, se deben a la suspensión de la fumigación aérea de narcocultivos.
El campanazo del Fiscal
El mismo fiscal general colombiano, Néstor Humberto Martínez, ha venido teniendo una serie de diálogos con las autoridades estadounidenses sobre la materia. Ha pedido, incluso, restablecer la fumigación aérea con un nuevo herbicida y, en el marco del Consejo Nacional de Estupefacientes, impulsó la creación de una comisión para analizar reformas a la política nacional antidroga.
Indudablemente, en caso de que Giuliani sea nombrado como Secretario, Martínez encontrará un interlocutor de la misma línea.
Trump, por su parte, ha sostenido que cualquier aporte de los Estados Unidos, en cualquier país, será medido por resultados. Es claro, frente a ese concepto general, que el crecimiento inusitado de los cultivos ilícitos en Colombia estará sobre el tapete y hará parte de la “relación especial” de que hablaron el viernes pasado Santos y el electo mandatario.
Martínez, por su parte, ha dicho que perseguirá los bienes de las Farc, circunstancia también prevista en sus diálogos con altos funcionarios norteamericanos, en los que se ha insistido que esos recursos deben servir para el resarcimiento de las víctimas.
Otro de los temas clave que los líderes del No han llevado a la Mesa de La Habana está en que las Farc deben entregar, no solo los bienes y su millonaria fortuna producto del narcotráfico, sino también información sobre las rutas usadas para llevar las drogas a EU y sus cómplices.
Este es un asunto especialmente delicado en esa nueva relación entre el gobierno Santos y la Casa Blanca a partir de enero. Es claro que el gobierno Obama venía apoyando el proceso de paz en La Habana e incluso le designó un enviado especial. También lo es que EU ha sido cauteloso frente a las peticiones para que analice si cede a la petición de las Farc de excarcelar y enviar a Cuba o a Colombia al extraditado y condenado cabecilla subversivo, alias ‘Simón Trinidad’.
Sin embargo, cuando llegue Trump al poder, habrá que preguntarse si mantendrá a dicho enviado especial y, sobre todo, qué condiciones pondrá a las Farc a cambio de no presionar al gobierno Santos la extradición de sus cabecillas, acusados en EU de delitos de narcotráfico, secuestro, homicidio y terrorismo contra nacionales e intereses norteamericanos.
¿Reingeniería al TLC?
Otro de los asuntos clave en lo que será la relación entre la Casa Blanca y la Casa de Nariño gira en torno a qué pasará con el Tratado de Libre Comercio vigente entre ambos países.
Como se sabe, Trump prometió en campaña (y este fue uno de los temas que más impulsaron a sus votantes el pasado martes) que era necesario revisar la pertinencia de los tratados comerciales firmados por EU, toda vez que no habían dado los mejores resultados para las empresas y empleo en su país, acarreando no solo la invasión de productos extranjeros sino oleadas de inversión norteamericana hacia otras naciones.
Ya, de entrada, se sabe que Trump plantea reformar el tratado con México y Canadá, y tiene en la mira el Transpacífico. ¿Estará el TLC con Colombia también dentro de esos posibles acuerdos a renegociar?
Otro de los aspectos en que la relación entre ambos países podría sufrir algún tipo de modificación sería en el campo de la lucha contra el cambio climático y sus implicaciones en materia económica y comercial.
Por ejemplo, Trump, como todo el partido Republicano, es partidario de seguir explotando petróleo con la técnica del fracking, que en Colombia no es admitida por sus coletazos en materia ambiental y de afectación de suelos.
Igualmente, durante la campaña en EU Clinton insistió en que deberían cerrarse las explotaciones de carbón a cielo abierto, por el efecto invernadero que el uso de este mineral causa, mientras que Trump dijo que había que fomentar el uso del mismo. No hay que olvidar que Colombia tiene la mina de carbón a cielo abierto más grande del mundo (El Cerrejón), que exporta a Estados Unidos.
Viraje geopolítico
No pocos analistas también han advertido que el nuevo mapa geopolítico en América Latina impactará la relación entre Colombia y Estados Unidos.
Es claro que hoy el panorama es muy distinto a lo que ocurría años atrás, cuando los gobiernos Uribe y luego el de Santos se encontraban rodeados de países en manos de presidentes no sólo de izquierda sino claramente adversos o muy críticos de Washington.
En ese marco, Bogotá no sólo resaltaba como el principal aliado geopolítico de la Casa Blanca en Suramérica, sino que aumentó la colaboración político-económica entre ambas naciones.
Hoy el mapa ha cambiado. En Argentina arribó al poder Mauricio Macri, antiguo socio comercial de Trump, dejando a un lado al kirchnerismo. En Brasil, los gobiernos del Partido de los Trabajadores, en cabeza de Lula Da Silva y Dilma Rousseff salieron también de la presidencia, siendo reemplazados por Michel Temer, un dirigente de centro. El chavismo en Venezuela, entre tanto, se sume en la peor de las crisis y hoy el presidente Nicolás Maduro está más cerca de salir del poder que de quedarse. Sobreviven apenas Evo Morales en Bolivia, rumbo a otra reelección; Rafael Correa, que dará un paso al costado el próximo año, tratando de dejar a un sucesor de su gobierno: y Daniel Ortega, que en Nicaragua acaba de reelegirse.
Es claro, entonces, que si bien Colombia seguirá siendo el aliado principal de EU en Suramérica, Trump también dará más estatus a Macri, al propio Pedro Pablo Kuczynski en Perú y posiblemente a Sebastián Piñera, hoy principal favorito para volver a la presidencia chilena. Todos ellos tienen una característica que comparten con el mandatario electo de Estados Unidos: son empresarios y políticos.
Como se ve, si se analiza todo este panorama se puede concluir que las relaciones entre Colombia y Estados Unidos sí sufrirán algunas modificaciones una vez que Trump entre al poder y empiece a aplicar lo que prometió en campaña.
No serán cambios inmediatos ni críticos, pero sí se irán aplicando en forma gradual. Las coyunturas políticas irán marcando poco a poco el ritmo de la relación, eso es indudable.