Colombia, cementerio de máquinas de bomberos gringas: Rojas | El Nuevo Siglo
Viernes, 2 de Marzo de 2012

El representante a la Cámara por el Huila, Carlos Augusto Rojas, desde niño soñó con ser bombero en este país considerado como uno de los que tienen  mayor índice de incendios en América Latina.

Ahora, desde el Congreso, trabaja para sacar adelante la ley de los bomberos, que está a punto de ser aprobada por el Senado de la República y que crearía la carrera profesional de bombero.

De pequeño su gran superhéroe no era el Hombre Araña ni mucho menos Batman o Súperman; era don Bernardo Moya, su vecino del frente.

“Yo lo veía salir todos los días, vestido con su overol de bombero y definitivamente quería ser como él”, asegura el Representante que creció en un barrio humilde de Pitalito, Huila, la tierra que creó y patentó la famosa chiva de cerámica. 

Era un niño rebelde, con una madre cariñosa que se dedicó siempre a cuidar los cinco hijos del hogar y un padre severamente estricto, don Mecías, a quien se le enfrentó en muchas ocasiones.

Uno de esos “agarrones” con su papá lo llevaron literalmente a vivir un año en la calle. “Recuerdo que mi papá me regañó porque perdí el año y le dije ‘si me pega me voy de la casa’. Me pego y me fui”.

Con tan solo 10 años, este pequeño terminó con carretilla en mano llevando mercados a las señoras refinadas de la ciudad, que en aquella época, aún iban a la plaza a mercar. “Al comienzo dormía en los andenes o en las sillas del parque y después cuando empecé a ganar platica la mamá de un amigo, que también era muy pobre, me recibió en su casa y le pagaba por la piecita. Pero al año hice las pases y regresé a mi casa. Eso sí, sin dejar de trabajar con mi carretilla”, dice entre risas.

Las doce en punto

El mediodía era su hora más importante. Parqueaba la carretilla y salía corriendo hasta la estación de bomberos para pedirle al comandante que le dejara oprimir el botón de la sirena que le indicaba a todos los laboyanos (gentilicio de Pitalito) que eran las doce en punto. “Todos los días iba y al comienzo no me dejaban. Pero insistí durante tantos meses, que un día me dejaron sonar la sirena. Fue el momento más feliz”. Esa sirena tan fastidiosa para muchos, era para sus oídos música y el anuncio de que su carrera como bombero era un hecho.

El comandante se conmovió  tanto con la pasión y la disciplina del joven que le dio una oportunidad; le dijo “si logras reunir 15 niños más, te damos un curso básico como bombero”. Mandato que logró cumplir para iniciar así, ese largo camino que hoy lo hace uno de los bomberos más preparados del país.

Aunque ya no puede ejercer como bombero por su nuevo papel como representante, Carlos Augusto Rojas, llegó a ser el comandante de bomberos de Pitalito durante 5 años y es uno de los pocos que ha estudiado en la que él llama “El Disney de los bomberos”, la Universidad de Texas, en Estados Unidos. “Es la Universidad de bomberos más grande del mundo. Tiene unos campos de entrenamiento impresionantes y allí se adelantan los cursos intensivos de la MGPA, que es el organismo que rige el estándar de conocimiento de bomberos a nivel mundial”, afirma este político que año tras año comparte un cupo con 730 estudiantes más de todo el mundo.

Bombero en acción

Recuerdos muchos están grabados en las huellas de su memoria como bombero. Son tantas y tantas historias para contar. Unas con final feliz, y muchas otras no. “Recuerdo una vez que hubo una lluvia de meteoritos y uno de ellos cayó en una casa en zona rural de Pitalito. En esa época no había celular, la carretera estaba en pésimo estado y cuando llegamos era demasiado tarde. Cinco niños murieron calcinados. Yo me desgarré a llorar en eso momento porque no pude soportar el dolor de esa escena”, asegura.

Sin embargo, también quedan buenos recuerdos de muchos otros casos en los que sí llego a tiempo y salvó vidas. “Era una panadería con tragedia anunciada porque la dueña vendía combustible de una manera no adecuada. En varias ocasiones se le llamó la atención pero hizo caso omiso y llegó el día de la tragedia. Afortunadamente esa vez salvamos a 10 personas”, incluida la señora desobediente.

Y es que ser bombero voluntario en Colombia es toda una paradoja. Se tienen las ganas y la disposición de ayudar, pero no las herramientas. “En Iquira, Huila, hay 10 bomberos voluntarios y entre todos hacen ‘vaca’ para pagar el arriendo del sitio donde operan. Y eso no es todo, le han adaptado a una moto una carretilla atrás para cargar la motobomba”, dice el Representante, quien asegura que ejemplos como este abundan en el país, dejando sobre el tapete que en Colombia, no hay una política seria en esta materia.

Actual normativa

Para el representante a la Cámara,  Carlos Augusto Rojas, la Ley 322 del 96, que creó el Sistema Nacional de Bomberos, fue “el más craso error” y hoy tienen sumido a los bomberos del país en un significativo atraso comparado con otros países de América Latina. “En Chile todos los bomberos son voluntarios, tienen un alto nivel de capacitación y hasta pagan el derecho a ser bomberos. En Colombia nadie orienta las políticas de los bomberos, falta capacitación y las estaciones son los cementerios de las máquinas obsoletas de los Estados Unidos”, asegura el ponente de la ley de bomberos, que ya fue aprobada por la Cámara y que el próximo mes de  marzo espera sea aprobada por el Senado.

Lo que busca esta ley es que los bomberos “dejen de ser tratados como la cenicienta”  y se convierta en una organización con capacidad de respuesta. “Queremos que se cree la figura del Director General de Bomberos adscrito el Ministerio del Interior con una oficina especial. Que tenga un departamento administrativo y que desarrolle investigación en tecnología. Lograr además una estandarización en equipos a nivel nacional y que a través del Ministerio de Educación se implemente la carrera profesional del bombero”, cosa que permitiría que los suboficiales puedan ser técnicos y tecnólogos, y los oficiales profesionales, y que tanto estos como los voluntarios, tengan una identificación única emitida por el Gobierno Nacional.

Lo cierto es que volver este sueño una realidad y tener equipos adecuados, le costará al país 1,1 billones de pesos. “Aquí todos tenemos que poner. Los municipios, los fondos departamentales, Fasecolda, las cajas de compensación familiar, las cámaras de comercio y por supuesto la Nación, que ya destinó 250.000 millones de pesos”, dice el político bombero que se graduó de administración pública, que alcanzó hacer 6 semestres de derecho que aspira terminar y que, aunque no puede ser bombero en este momento, no deja de cargar en la boa del carro las botas, el casco, la linterna, los guantes y el overol, por si las moscas y le toca sacar su lado de superhéroe.