CRÓNICA.Sobre la avenida Caracas, entre las calles 49 y 51 se encuentra el sector de ropa de segunda y americana, conocido popularmente por la venta de bolsos, maletas, gorras, cobijas, tenis, zapatos, cortinas, chaquetas, blusas, sudaderas y buzos nuevos y usados.
La mayoría de los clientes frecuentes en estos almacenes son hombres, de todas las edades y estratos. Aunque según Luis Alfredo Patiño, propietario de uno de estos locales, ubicado diagonal a la estación de Transmilenio Marly “a veces vienen más los de estrato alto que bajo, porque el pobre por eso no progresa, porque siempre nos gusta estrenar. En cambio el rico y los hijos de ellos son los que más vienen buscando marcas, un Giorgio Armany, un Hugo Boss, o Versace y como aquí es bien regalado, un vestido que vale millón quinientos, aquí lo consiguen en $40mil, por eso es que vienen”, afirma el hombre proveniente del Tolima y quién llegó a Bogotá desde hace más de 10 años a encargarse del comercio de la ropa de segunda, en un sector tradicional de más de 25 años.
“Antes trabajaba en el campo, soy de Melgar para arriba, pero vivía en Manizales y tenía algunos negocios, pero no eran muy rentables, entonces mis hermanos tenían de estos locales y me ofrecieron y aquí me quedé porque vi que no tocaba trabajar tan duro como en el campo (risas)”.
Según cuenta Peña, las tarjetas de crédito son la mayor amenaza de esta modalidad de comercio, ya que “antes uno esperaba las quincenas, pero desde que todo el mundo usa el dinero plástico, se embalan con la deuda en los centros comerciales y están acabando con el comercio pequeño”.
La exhibición no requiere ser alineada por colores, o mostrarse en maniquíes, sencillamente en grandes tubos incrustados horizontalmente en el local de 4 x 4 metros de medida, desde el techo, pasando las paredes y los muebles ubicados en el centro del negocio, se aprovecha cualquier espacio para colgar la ropa que se compra en buen estado para su posterior venta.
Don Luis Alirio compra ropa que llega de EU, de gente que va a pasear y no le queda, pero preferible de segunda, pues “si uno tiene nuevo la DIAN se la puede decomisar, entonces es mejor la de segunda”, asegura el amable hombre que antes de comprar revisa que la prenda esté en buen estado y limpia.
En este conocido sector, los precios oscilan entre los $5.000 y los $300mil. Algunos de los productos más costosos pueden ser las zapatillas Jordan para jugar baloncesto, que pueden costar hasta $300mil, pero también se consiguen prendas de vestir como sudaderas, chaquetas, buzos o jeans por 20, 30 o $35mil, negociables.
Juan Guillermo Cortés, vendedor y comprador en esta zona, trae para la venta leggins, blusas para mujer y tenis Nike, que asegura fueron regalo para su esposa e hijo, pero no les quedaron. “Un familiar vino de Boston (EU) con estos regalos, pero lastimosamente las tallas no eran las correctas. Yo aprovecho esta oportunidad para no perder los regalitos del tío”, dijo este santandereano residente en Bogotá.
El mito del difunto
Muchas personas especulan que la ropa que en estos lugares se vende es la que le despojan a los difuntos en las funerarias, versión que Luis Alirio contradice por completo y de paso le saca el chiste, ya que según él, no se requiere montar este tipo de malos negocios o recibirle ropa a personas inescrupulosas que puedan desaprovechar este dinero para el vicio. “Yo les digo por molestar cuando se miden una prenda y les queda ¡Ay alma bendita era igualitico!, pero por molestarlos, pero ya no le ponen tanto misterio”, cuenta entre risas.
“Si el ñero trae una cosa nueva es porque se la robó, y uno a ellos no les pone cuidado, para eso está la plaza España que les acapara todo. Lo que sí puede pasar es que si a uno se le muere un familiar y queda con toda esa ropa sin saber qué hacer, pues viene y la vende o si van a cambiar de clima, ejemplo que se vayan a vivir a tierra caliente, pues venden también esos abrigos que por allá no les van a servir”, afirma.
Algunos almacenes, además de comprar y vender, también alquilan la ropa. Hay trajes de corbata con sus respectivos zapatos y vestidos formales para mujeres y hombres. El cliente debe pagar el valor completo de la prenda, en ocasiones un poco más, para asegurar al almacén la devolución de la misma. Estas prendas son generalmente nacionales, pero de marcas reconocidas.
La zona tiene abierto de domingo a domingo, de 9 a.m. a 7 p.m., pero los domingos el cierre puede darse a las 5:00 p. m., por la soledad del sector. “Cuando quiero ir a pasear cierro y me voy, la ventaja es que no tengo cosas perecederas entonces desde que no tenga humedad puedo irme con tranquilidad”, cuenta el jocoso hombre, quien de la polilla no teme porque eventualmente fumiga para que esta no haga de las suyas.
El vendedor, quien también le entiende a la costura por si hay que pegar un botón, o corregir algún imperfecto, arma su pinta también de lo que llega, “yo hace rato que no compro nuevo, para qué voy a dármelas de estirado, es mentira, la mayoría de la gente que usted ve estirada en la calle, tiene ropa de segunda”.
“Hay mucha gente de estratos altos que con $800mil compra un vestido afuera y viene aquí y se compra 15 vestidos con los mismos $800mil, por eso gusta”, destaca el propietario que además a veces amontona prendas para regalar en los pueblos a gente que lo necesite, mientras hace lo de su pensión para subsistir y pagar los servicios del local estrato 4. “Un arriendo puede costar hasta millón y medio, sumado a los impuestos y servicios, se sube todo, menos mal no pago empleados ni arriendo porque así es fregado. La ventaja de ser el dueño también es que uno puede hacerle más rebaja al cliente, lo que en otros locales poco pueden hacer. Aquí uno mira la prenda y le pone el precio, por ahí lo más caro que doy por una prenda son $40mil. Eso es como vender una vaca, uno pide y el otro le ofrece hasta que usted entrega”.
Quien deje los paradigmas de lado sobre la ropa de segunda, no encontrará nada roto, ni con olores raros o manchas. Aunque sean usados están tan buenos como recién comprados y ese es el plus de esta zona, en la que puede armar su pinta por menos de $50mil.