Celac y Unasur deben ser ‘locomotoras’ | El Nuevo Siglo
Domingo, 15 de Enero de 2012

Pese a las diferencias ideológicas de los mandatarios de turno existe voluntad para convertir la región en un bloque fuerte, con voz y voto en la geopolítica mundial.

El proceso de integración que actualmente se adelanta no solo en Suramérica con la Unasur sino el que vive Latinoamérica con  la Celac no es una simple  oportunidad sino una urgente necesidad.  
América Latina tiene que trabajar y formular  espacios de integración y cooperación  que le permitan  implementar y dar respuestas concretas a los temas que realmente afectan a sus pueblos,  y no continuar  dando prioridad  a los temas y a la agenda que  tradicionalmente le ha impuesto los Estados Unidos por medio de la OEA.
La construcción de una política común, que abra el camino  a la conformación de un bloque regional fuerte es una responsabilidad y una obligación para los gobiernos latinoamericanos. Este proceso hoy está en camino,  y sus primeros pasos se originaron a través de  los gobiernos suramericanos, con la creación y materialización de Unasur.  Esta iniciativa,  en un primer momento duramente criticada por los movimientos de  extrema derecha en los diferentes países, y vista con  recelo por parte de los Estados Unidos,  se ha sabido mantener y  hoy es  el único mecanismo visible de integración y cooperación que podría realmente dar un vuelco a la región.
El proceso de integración suramericano a través de la Unasur  y latinoamericano con la  Celac  tiene unos desafíos comunes a saber:
El primero y gran  temor es que estos proyectos de integración sean ideologizados y radicalizados con discursos beligerantes,  antiimperialistas, y  violentos  como el de Hugo Chávez. El mayor error que ha tenido Latinoamérica es que cada vez que se piensa en un proyecto de integración y cooperación  y la formulación de una política  en bloque  se piensa  “en contra de”  y no “para que” y ese es uno de los  primeros  retos que se deben  superar.
El Presidente de Colombia Juan Manuel Santos en su intervención en Caracas en la inauguración de la Celac dejó claro este punto, y precisó que el papel de los organismos como éste es de dar respuestas a los graves problemas regionales y no estar pensando que el organismo es para desafiar o atacar a alguien.  
Este punto de la ideologización de Celac y Unasur es el más difícil de trabajar y aquí el   gran desafío que tendrán los organismos  es el   poder  privilegiar  y dar prioridad a los temas estructurales más que a los ideológicos. En el caso de Unasur el tema de la radicalización ideológica es más palpable ya que  Suramérica  vive un fenómeno denominado “giro a la izquierda”, título que le dio el analista León Levi Valderrama, y que hace referencia a este cambio y tendencia a gobiernos de esa orientación política en casi todos los países de  la región, los cuales  aunque responden a diferentes procesos  tienen un eje transversal y un  origen común:   la política exterior norteamericana frente a los países suramericanos desde la aplicación de la doctrina Monroe, pero  en especial en el período de la Guerra Fría  durante el cual se dio paso a la macartización de los movimientos sociales, la supresión de las libertades individuales y el beneplácito a las dictaduras militares en la región, que dejaron miles de desaparecidos, profundas guerras internas  y unas  huellas y espirales de violencia  que no se han podido superar.
Para tener un panorama de este giro a la izquierda cabe revisar los gobiernos suramericanos de hoy en día. En Argentina está en el poder –reelecta- Cristina Kirchner,  quien continúa el mandato y legado político  de su esposo, el fallecido Néstor Kirchner, que representó  un ala del peronismo que denunció y vivió las represiones de la dictadura de la Junta militar (1976-1982);  en Uruguay esta Luis el “Pepe” Mujica, ex guerrillero del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros;  en Brasil,  Dilma Rosseauf, quien estuvo detenida dos años por su participación como guerrillera del movimiento "Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares"; en Paraguay, Fernando Lugo, quien  pese a su paso por la iglesia Católica fue un profundo líder de la teología de la liberación; en Bolivia Evo Morales, representante sindical y del movimiento cocalero; en Ecuador Rafael Correa; , en  Perú, Ollanta Humala, y en Venezuela,  Hugo Chávez.
De 10 países de la región hoy 8 tienen gobiernos de izquierda, unos más radicales que otros, pero todos trabajando en proyectos de integración según sus intereses nacionales.
Los  gobiernos de derecha quedarían en Chile con  Sebastián Pinera,  y en Colombia con  Juan Manuel Santos, quien ha marcado sus propios ritmos de gobierno y se desmarcó rápidamente de su antecesor, Álvaro Uribe.
Para contrarrestar estos sesgos ideológicos de izquierdas o derechas, los  gobiernos suramericanos y latinoamericanos  tienen el desafío de crear políticas regionales y de  Estado en cada uno de sus países  que permitan que la Unasur y la Celac,  independiente del gobierno que llegue al poder (derecha,  izquierda o de centro) den continuidad a un proyecto serio  y competitivo de integración, que privilegie  el componente técnico y de resultados antes que  los discursos, vengan de donde vengan.
El mejor ejemplo  que deberían dar esos organismos es una respuesta concretara frente al  deshonroso primer lugar que ocupa hoy América Latina  como la zona más desigual del mundo, en donde Colombia se posiciona como uno de los países más desiguales y con más altos índices  de violencia. Ser la zona más desigual de mundo -por encima de África- es un tema alarmante y que debe estar como una de las prioridades de los países y de las organizaciones.
Otro de los desafíos que tienen los organismos es no caer en un en un instrumento más de carácter  regional cargado de burocracia y  corrupción. Actualmente  tenemos, entre otros organismos,   Alba, Can, Caricom, Unasur, Mercosur, Oea, Celac, Grupo de Río, Alianza del Pacífico, Organización de Estados Iberoamericanos, Foro integración Asia- América Latina, Arco del Pacifico y Tuxtla. Esta sobrecarga de organizaciones no ha permitido una verdadera integración y algunos de ellos se convirtieron en cuotas burocráticas donde se designan cargos  como caja menor para pagar favores políticos y se da un alto índice de clientelización.
Otro elemento importante es el papel que deben cumplir Unasur y Celac es  la resolución de  conflictos, como por ejemplo lo fue Honduras, donde el papel de la OEA fue deplorable, o en las profundas crisis de Colombia y Venezuela. La  no resolución de éstos  tenía un eje central y es el  no tener un poder vinculante frente a los Estados, sino que estos organismos  quedan en foros de discusión que permiten que sus decisiones  se empantanen rápidamente, y la integración quede en un modelo utópico.
Así, Celac y Unasur tienen  el desafío  de promover una real  integración y  en estos escenarios es donde esperamos que prosperen los conceptos técnicos, los resultados, las estadísticas y que éstas se materialicen en el bienestar de millones de latinoamericanos que hoy ven como uno de los continentes más ricos del mundo alberga a millones de pobres e indigentes. Esperamos que prospere  el desarrollo y no los  discursos populistas, la corrupción y burocracia.
*Director del Cesdai