Cataluña, felicidad e incertidumbre | El Nuevo Siglo
Foto Xinhua
Domingo, 29 de Octubre de 2017
Albert Buyé i Grau *
Mantener a un grupo nacional pacífico y descontento, como el catalán, dentro de un territorio en el que no se siente representado, acarrea enormes costes políticos

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BARCELONA. (Especial para EL NUEVO SIGLO). Incertidumbre. Esta es la palabra que mejor define el actual sentimiento de la población catalana y española después de que el Parlamento catalán declarara la independencia el viernes por la tarde.

La jornada anterior al pleno en el que se votó la declaración unilateral, el Presidente de Cataluña, Carles Puigdemont, amagó con convocar elecciones autonómicas si el Gobierno español paralizaba la liquidación de la autonomía catalana que se estaba tramitando en el Senado. La desconfianza entre ambas administraciones y la falta de garantías de que esto ocurriera, incluso con la convocatoria de comicios regionales,  precipitaron la proclamación de la República catalana.

Pocas horas después, el Senado aprobaba la liquidación de la autonomía catalana con la destitución del Gobierno y la convocatoria de nuevas elecciones a un Parlamento catalán que, según prevé la ley, deberá ser tutelado por el ejecutivo central.

Sin embargo, no parece factible que el Ejecutivo español sea capaz de controlar la totalidad de algunos elementos vertebrales del territorio catalán, como son las administraciones públicas, las instituciones e incluso las fuerzas policiales. Paralelamente, tampoco el Gobierno catalán contará con el apoyo granítico de toda la población para evitar la intervención de la autonomía.

En vista de esta situación, Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, institución que agrupa a los jefes de gobierno de los estados miembro de la UE, conminó al Gobierno español a aplicar la Constitución sin utilizar el “argumento de la fuerza”. En el recuerdo está la violencia policial empleada por la policía española en el referéndum del pasado 1 de octubre.

Como era de esperar, la comunidad internacional, dominada por actores estatales, ha denegado el reconocimiento de la República de Cataluña. Lo contrario hubiese sido lanzarse piedras sobre su propio tejado. En el contexto actual con la emergencia de actores no estatales y las dinámicas globalizadoras que ponen en cuestión el concepto de soberanía nacional, los estados refuerzan el mantra neorrealista de las relaciones internacionales en las que estos emergen como adalides de un orden internacional frente a un supuesto caos anárquico, tal como definió Kenneth Waltz.

“Con la emergencia de actores no estatales, los estados refuerzan el mantra neorrealista de las relaciones internacionales en las que estos emergen como adalides de un orden internacional frente a un supuesto caos anárquico, tal como definió Kenneth Waltz"

Pero, del mismo modo, mantener a un grupo nacional pacífico y descontento, como el catalán, dentro de un territorio en el que no se siente representado, acarrea enormes costes políticos, ya que va en contra de los principios de autonomía individual y colectiva. En el momento en que la comunidad internacional determine que estos costes, como es la estabilidad política en el seno de la UE, son superiores a los beneficios del statu quo, el supuesto apoyo entre estados soberanos se puede quebrar. Incertidumbre.

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