“Es tiempo de plantear una nueva estrategia con respecto a Cuba”, proclamaba Barack Obama en 2008, durante la campaña presidencial. Seis años más tarde, y dos años antes de dejar la Casa Blanca, el Presidente decidió pasar a los hechos.
La movida, digna de un ajedrecista, motivó el respaldo del mundo entero, más no así de los veteranos de Bahía Cochinos, quienes asegura que volvieron a ser traicionados por su gobierno; de algunos republicanos y disidentes cubanos que miran con dudas el futuro de las relaciones y, sobre todo, el camino que se debe recorrer para que se levante el embargo que pesa sobre la Isla y que está en manos del Congreso norteamericano.
El restablecimiento de relaciones diplomáticas con el régimen comunista tras duró 18 meses de ultrasecretas reuniones y con ello, el presidente estadounidense rompe con medio siglo de aislamiento de Cuba y da un auténtico golpe político.
Al igual que con el tema del cambio climático o de la inmigración, el presidente tomó la iniciativa de manera espectacular y hasta inesperada sobre varias de sus viejas promesas, en las que muchos de sus partidarios ya no creían.
Paradoja: la derrota de su partido en las legislativas de noviembre llevó al Presidente a dar un giro e ignorar las virulentas críticas de sus adversarios políticos, quienes parecen haber sido sorprendidos.
Visiblemente incómodo, consciente de que no le quedaba mucho tiempo para dejar su nombre inscrito en la historia, Obama modifica en toques sucesivos la imagen poco gloriosa de un dirigente indeciso y reticente a confrontar.
Retomando por momentos los énfasis de su primera campaña electoral, con algunas canas más, defiende con vehemencia sus decisiones.
En Brisbane, Australia, apoya un acuerdo sobre el clima con China que no tiene precedentes: “No puedo esperar eternamente”, alega. En Las Vegas se ufana de la regularización de varios millones de inmigrantes clandestinos frente a un sistema “esencialmente injusto”. “Generaciones de inmigrantes hicieron que esta país sea lo que es”.
Respecto de Cuba explica su iniciativa por la voluntad de explorar nuevas vías después de medio siglo de una estrategia diplomática estéril. “No creo que podamos seguir haciendo lo mismo que hace cinco décadas y esperar un resultado diferente”, afirma. “Ni el pueblo norteamericano ni el pueblo cubano se benefician de una política rígida heredada de acontecimientos que tuvieron lugar cuando la mayoría de nosotros no habíamos nacido”.
Según Julia E. Sweig, del Council on Foreign Relations, centro de reflexión de Washington, la concreción de la promesa electoral de Obama llevó tiempo por varias razones. Entre las más importantes, el arresto en Cuba en 2009 del estadounidense Alan Gross, liberado el miércoles.
Pero el anuncio de esta semana es en primer lugar el resultado “de dos años de intenso trabajo diplomático”, iniciado tras la reelección de Obama en 2012.
Una señal fuerte
Jeb Bush, exgobernador de Florida y que acaba de anunciar su voluntad de competir por la candidatura republicana en las presidenciales de 2016, volvió a la carga contra el presidente con el argumento de que a menudo se comporta como “un rey o un emperador”.
Deploró amargamente una decisión que, a su juicio, viene a recompensar a “los odiosos hermanos Castro”, dos “dictadores”. Opinó que una vez más Obama había ido más allá de sus atribuciones legales.
En este contexto, la partida se anuncia políticamente difícil para Obama, quien ha manifestado su voluntad de que el Congreso discuta el fin del “más viejo embargo del mundo”.
En ese sentido, podría beneficiarse de un escenario relativamente nuevo. La imagen de una Florida llena de cubanos ferozmente anticastristas y opuestos a tender la mano ya no resiste el menor análisis. Según un sondeo realizado por la Florida International University, más de dos tercios de los cubanoestadounidenses de Miami son favorables a la reanudación de las relaciones diplomáticas con el régimen comunista.
La posibilidad de una visita del presidente estadounidense a Cuba es evocada abiertamente por la Casa Blanca. Señal fuerte, un tal viaje constituiría el fin de uno de los últimos vestigios de la Guerra Fría.
Los próximos meses serán decisivos en lo que concierne a otro tema internacional sobre el que, al igual que con Cuba, las negociaciones se realizaron en el mayor de los secretos: el programa nuclear iraní.
De por medio quedan, además, al presidente Obama otros temas pendientes y que fueron prometidos durante su campaña para la reelección. Pero lo cierto es que la jugada que acaba de hacer tiene muchas lecturas y podría interpretarse como la mayor para allanar el camino hacia la Casa Blanca de su exsecretaria de Estado Hillary Clinton y la búsqueda de un revulsivo para recuperar el terreno perdido en las pasadas legislativas.
Posibles visitas
La Casa Blanca lanzó una página web integralmente en español, llamada “Un nuevo rumbo para Cuba” y dedicada íntegramente a explicar detalles de la nueva política bilateral anunciada la víspera por el presidente Barack Obama.
“Estamos separados por 90 millas de agua, pero estamos unidos por medio de relaciones compartidas y el deseo de promover la democracia, prosperidad y estabilidad en Cuba”, afirma la Casa Blanca en la nueva página, donde incluso reproduce el histórico discurso de Obama en la Casa Blanca anunciando la normalización de relaciones.
“El Presidente Obama está tomando medidas para deshacerse de las políticas fallidas del pasado, y comenzar un nuevo curso de relaciones de Estados Unidos con Cuba”, según el sitio.
Al mismo tiempo la Casa Blanca abrió la posibilidad de una eventual visita del presidente de Cuba, Raúl Castro. “No descartaría una visita del presidente Castro”, dijo el portavoz Josh Earnest, quien el miércoles señaló que un viaje de Obama a la isla tampoco estaría excluido.
Pero Earnest aclaró que ambas posibilidades eran “hipotéticas”.
Earnest trazó una "analogía" entre un posible viaje de Obama a La Habana y las visitas realizadas por el mandatario a China y Myanmar, que como Cuba, son criticados por Washington por el estado de los derechos humanos en esos países.
“Tener una relación abierta” con líderes de otros países “es una vía útil para iluminar las fallas de otro país en derechos humanos”, añadió.
Ausente
Figura central del régimen comunista cubano y heraldo contra el imperialismo norteamericano durante medio siglo, Fidel Castro fue el gran ausente de la histórica reconciliación entre Cuba y Estados Unidos.
Luego del trascendental anuncio del miércoles, que augura una nueva era en las relaciones entre estos dos países cuyas costas están apenas a 170 km, el “Comandante” se ha mantenido totalmente invisible en los medios cubanos.
Fue él quien en 2001 había prometido a su pueblo que conseguiría a cualquier costo la liberación de los agentes cubanos condenados a largas penas por la justicia estadounidense bajo cargos de espionaje.
Sin embargo, fue su hermano Raúl Castro quien abrazó a los “héroes de la república” a su regreso a La Habana en el marco de un intercambio de prisioneros que acompañó a la reconciliación.
Estas liberaciones y la reconciliación con Estados Unidos “son también una victoria de Fidel, pero creo que lamentablemente su estado de salud no le permite aparecer”, estimó un diplomático occidental.
Entre tanto, en 1961, los cubanos que participaron en la fallida invasión de Bahía de Cochinos sintieron que el gobierno estadounidense los abandonó. Ahora los veteranos ven como una nueva traición el anuncio de un acercamiento entre Washington y La Habana.
“Cuando Bahía de Cochinos fuimos abandonados, y fue muy triste, y en este momento nos sentimos más que abandonados, traicionados por este presidente” estadounidense, Barack Obama, dijo Félix Rodríguez Mendigutía, presidente de la Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos.