María Oliva Avendaño Flórez, seguidora de La Barca, nos envía una misiva explicando su adhesión a la candidatura de Aníbal Gaviria a la alcaldía de Medellín:
“No ostento ningún cargo de elección popular ni pertenezco a las Directivas de mi partido en Antioquia, pero eso sí, soy militante activa del Partido Conservador, con más de 35 años de actividad política desde que me inicié como empleada del Fondo Conservador de Antioquia en la Casa Grande de Cúcuta con Juanambú; aprendí el ejercicio sano de la política teniendo como principios la filosofía que inspiró a Caro, Ospina y Jota Emilio Valderrama.
Es cierto que el Conservatismo no tiene candidato oficial a la Alcaldía de Medellín; que éste dejó en libertad a su militancia para adherir al candidato de su preferencia, por lo que siendo consecuente con ello y mirando cómo se ha desarrollado esta campaña por la Alcaldía, además viendo los pormenores de lo sucedido antes y después de la entrega de los avales a los aspirantes a este cargo, me siento orgullosa porque libre y espontáneamente, lejos de presiones y componendas, ¡estoy con Aníbal Gaviria para la alcaldía de Medellín!
¿Por qué con Gaviria?
Porque en octubre del 2003, cuando fue elegido Gobernador de Antioquia con el respaldo del Partido Conservador; recogiendo las banderas de la no violencia que lideraba su hermano Guillermo Gaviria inmolado por las Farc, el grupo guerrillero más sanguinario y violador de todos los derechos humanos en nuestro país, secuestrado por este grupo insurgente al margen de la ley cuando precisamente adelantaba una marcha pacífica por el país en compañía del entonces Comisionado para la Paz en Antioquia el doctor Gilberto Echeverri Mejía.
Desde su administración como Gobernador de Antioquia se ha dedicado a estudiar y buscar solución al fenómeno de la violencia, la resolución de conflictos y su lucha”.
Un llamamiento a juicio
En entregas anteriores de esta columna hemos venido preguntando de manera insistente por la participación de los concejales de Bogotá en el carrusel de la contratación que condenó políticamente al alcalde Mayor Samuel Moreno y a su hermano Iván.
En el Concejo bogotano, con excepción de algunos que tuvieron la independencia y el arrojo de denunciar, se escucharon varias voces independientes como las de los concejales De Roux y Galán, quienes señalaron oportunamente las andanzas y desandanzas de los Nule y el cartel de contratistas con el ejecutivo distrital.
Tales denuncias no tuvieron mucho eco hasta que llegó el candidato a la alcaldía Gustavo Petro Urrego y tomó el toro por los cuernos: primero emplazó a su partido político a rendirle cuentas a la ciudad por los desafueros cometidos en la administración que él ayudó a elegir y en un mea culpa pidió la dimisión del alcalde y renunciando a su militancia en el Polo emplazó a sus directivos para que le explicaran al país las bochornosas actuaciones que se estaban cometiendo desde el Palacio de Liévano.