Anteanoche, las escalinatas de Palacio sirvieron para anunciar un acuerdo entre las Ramas Ejecutiva, Legislativa y Judicial para impulsar una reforma a la Justicia que no cambia nada o que deja intacto lo esencial.
Igualitico. Continúa la tutela contra sentencias, con algunas modificaciones de pura forma, pero manteniendo la posibilidad de que para efectos de unificación la Corte Constitucional pueda conocer de las mismas. Intacto queda el tema del juicio a los congresistas, porque uno no puede hablar de verdad de doble instancia cuando tanto la investigación como el juzgamiento estarán dentro de la misma Corte Suprema de Justicia, como lo establece este texto de reforma, y lo peor, salvados aparecen los primeros compadres de la Nación: los magistrados del Consejo Superior de la Judicatura que pusieron a las Cortes a trabajar por su subsistencia y lo lograron.
Perpetuos. Los mismos magistrados del Consejo Superior de la Judicatura que en dos años y medio les han dado ‘palomitas’ como magistrados auxiliares a cerca de 90 personas y que gracias a esas ‘palomitas’ por lo menos la mitad de ellos se jubila con pensiones multimillonarias, que le pueden costar al Estado, en total, 140.000 millones de pesos.
Siglo de jueces. Ese Consejo Superior que administra los recursos de la Rama Judicial con magistrados y no con gerentes. Ese Consejo Superior de la Judicatura que fallaba alegremente tutelas o cuyos miembros recibían botines a cambio de quién sabe qué. Ese Consejo es el que en la noche del miércoles quedó intacto, como para recordarnos que en verdad estamos en el siglo de los jueces, como para poner de presente que ya son dos los Gobiernos los que han intentado acabarlo, sin lograrlo.
Resulta pertinente que nos vayan diciendo que hay consenso, pero para dejar las cosas como estaban, no para cambiarlas. De la reforma a la Justicia, queda la justicia que tenemos… de lo de reforma, hablamos luego.
Falló Esguerra. Sorprende que Juan Carlos Esguerra, jurista y académico consumado, se haya dejado permear por la influencia nefasta del clientelismo judicial. Esta reforma fue hecha con papel carbón de lo que pretendieron los ministros anteriores Pretelt y Valencia Cossio, quienes negociaron la verdadera reforma que se cocinó en los inicios de la era Uribe, con la bendición de la Corte Suprema, en donde se le daba vía libre a la cooptación; se le hacían ajustes a la tutela y desaparecía el Consejo de la Judicatura, padre de todos los males de la clientelización jurídica, bajo cuyo amparo se politizaron las instituciones.
Sin sonrojarse. La bicicleta estática del régimen se hizo presente dejando engavetada la gran reforma que las Cortes de entonces quisieron para bien de Colombia. Se impuso la politiquería que propone Vargas Lleras, quien sin sonrojarse, sin inmutarse, aprovechando la sorpresiva visita del presidente Santos a Colombia, habla de su reelección buscando asegurar otro "puestico" en el corazón presidencial que todo cambie para que todo siga igual.