La visita del presidente de Francia, Francois Hollande, a Argelia reviste particular interés ante la creciente influencia del país africano en el Sahel y su poderío en el ámbito geopolítico y económico.
A diferencia de otros mandatarios franceses, Hollande deja de lado la soberbia de sus antecesores y le da la importancia que merece a su ex departamento convertido ahora en potencia en hidrocarburos. Argelia es el tercer mayor proveedor de gas de la Unión Europea. El primero de gas para Italia y España y de gas natural líquido para Francia y Grecia. Durante la crisis del gas entre Rusia y Ucrania, Europa confió en el suministro proveniente de Argelia.
Asimismo, Argel es un socio gravitante de EE.UU y Europa contra las ambiciones terroristas de Al Qaeda y de los islamistas en el norte de África. Así, hace pocas semanas el Consejo de Seguridad aprobó una intervención militar en la región septentrional de Mali, previa conversaciones entre Estados Unidos, Francia y Argelia, imponiéndose la postura de este último que la fuerza militar internacional sea netamente africana. Para que se vea su trascendencia, las potencias ya le consultan a Argelia -primer socio comercial de Estados Unidos en África- un país tercermundista y no alineado con ningún bloque ideológico.
Muchos sectores de la sociedad argelina consideran que Francia debe pedir disculpas por las atrocidades coloniales, para la normalización plena de las relaciones, si bien Hollande no llegó a eso –causando desazón en esas esferas- avanzó más que sus predecesores suyos: antes del viaje oficial a Argel rindió homenaje a las víctimas de la masacre del 17 de octubre de 1961 en París. En esa fecha “argelinos que manifestaban por el derecho a la independencia fueron asesinados durante una sangrienta represión”, dijo en un comunicado.
“Soy amigo de Argelia”
Igualmente había mencionado: "Yo soy amigo de Argelia. Se trata de un país con el que Francia debe tener unas relaciones que deben ser excepcionales porque tenemos una historia".
Ya en Argel, en su discurso ante el Parlamento, Hollande reconoció que durante la colonización francesa “Argelia estuvo sometida a un sistema profundamente injusto y brutal. Este sistema tiene un nombre, la colonización (...) reconozco los sufrimientos infligidos al pueblo argelino". Asimismo, recordó la masacre de miles de argelinos que reivindicaban la independencia en las ciudades de Setif y Guelma, el 8 de mayo de 1945. "Debemos tener respeto por todos los recuerdos, el deber de divulgar la violencia, la injusticia y la tortura. Nada se construye sobre el olvido, la verdad une y no divide", señaló el mandatario galo.
El gobierno argelino recibió con satisfacción dicho reconocimiento e incluso el presidente argelino Abdelaziz Bouteflika firmó finalmente una declaración de amistad –no lo hizo con Sarkozy- y otros acuerdos de naturaleza económica.
El caso del Sáhara Occidental
¿En cuánto redundará este acercamiento francés-argelino para la solución del conflicto en el Sáhara Occidental? El tiempo lo dirá, no nos aventuramos a dar un pronóstico.
El país galo ha sido el principal escollo para que el Sáhara Occidental se independice. Su veto o amenaza de veto ha sido decisivo y no solo para evitar la autodeterminación, sino también para cautelar los derechos humanos a través de la Minurso (Misión de las Naciones Unidas para el referéndum del Sáhara Occidental). En ese sentido ha sido el mayor apoyo a la potencia ocupante: Marruecos. Como es conocido esta nación invadió el territorio en noviembre de 1975 y la población saharaui huyó hacia Tinduf en Argelia y en el territorio liberado se creó la República Árabe Saharaui Democrática, el 27 de febrero de 1976.
Francia tiene una relación privilegiada y es el principal cliente y el principal proveedor de Marruecos. Es el primer inversor en Marruecos; su intercambio comercial es relevante (es el segundo después de España). De acuerdo a lo mencionado en el best seller “París-Marraquech, Lujo, poder y redes”, los autores, el marroquí Ali Ammar y el francés Jean Pierre Tuquoi, señalan que Marruecos es “un distrito más” de Francia.
“Marruecos –agrega de otro lado- dispone de una sólida red de relaciones, organismos, lobbys, asociaciones híbridas de intereses compartidos, centros oficiales unos y supuestamente independientes otros, cuya actividad principal es la de mantener “atado y bien atado” el futuro de las relaciones entre la ex metrópoli (París) y la ex colonia (Rabat)”.
Continúa diciendo que Rabat es “un destino en el que políticos (igual de derecha que de la izquierda), hombres de negocios, figuras de la cultura, el showbiz, el cine o la literatura francesa, buscan un refugio barato, con los lujos míticos del colón (servidumbre, jardineros, criadas y niñeras, pagados a precios rayanos con la esclavitud), en un clima dulce de un oasis presahariano, y la posibilidad de saborear fácilmente los vicios prohibidos en la vieja Europa (orgías, prostitución, pederastia, drogas)”.
“París-Marraquech” descubre un infierno local, el de los autóctonos, y un paraíso soñado, el de los expatriados. Turismo sexual, refugio de evasores del fisco, truhanes, jubilados, binacionales, residentes paralelos en busca de anonimato, decenas de miles de franceses acuden a la ciudad ocre huyendo de la metrópoli. Unos en sentido figurado, otros en el literal.
¿Podrá Hollande vencer esos oscuros intereses? ¿Se unirá al establischment o tratarán de anularlo?
Por lo pronto el mandatario francés ya desechó la política de su antecesor, Nicolás Sarkozy, de apoyar la propuesta de autonomía al Sáhara ocupado, que ofrece graciosamente el Rey feudal de Marruecos, Mohamed VI. Hollande fue enfático: “Apoyamos las resoluciones de la ONU Debemos dirigirnos hacia la aplicación de todas las resoluciones de la ONU. "Voy a ir el próximo año a Marruecos y diré a los marroquíes lo que dije a los argelinos".
* Miembro de la Prensa Extranjera. Analista internacional